Enseño pochoñol en una escuela acá en mi rancho, Suecia, nórdica, europea etc. Me gusta mi escuela. La neta. Enseño inglés/español, esa es mi combinación, dos materias que me traen gusto al paladar. Pero estar entre la chamacada también trae lo suyo. Por ejemplo, indiscutiblemente ellos reflejan la moda del día. Lo que es llegar a la vejez. Ahora todo mundo anda muy retro. 80’s what not. La semana pasada me preguntaron que qué tipo de música escucho. Sólo alcancé a contestar parcialmente. Me remontó a mis días cuando sólo escuchaba un genero de música. Empecé como Rocker. Después bien Heavy Metal, al rato Punk, después niurro, al fin industrial, norteño world music y así. Contesté que en mis tiempos no escuchábamos bandas sino sellos de disqueras. Escuchaban atentos. Les gusta hacerme preguntas personales. Como todos los estudiantes siempre tienen crítica a mano de los profes. De seguro yo no me escapo de esas observaciones. Mas en un pueblo como este soy más que simple curiosidad, no sé cuantas veces he explicado mi presencia en Suecia sólo este año. Siempre quieren saber. Me dí cuenta que mi pasado no lo traigo colgando como pulsera de mano, a vista de todos. Soy un misterio para muchos que a diario me ven caminar los pasillos de la prepa en que enseño. Y no sólo los estudiantes, mis colegas por igual. Eso lo hace uno sentirse un tanto fuera de lugar y aunque no pesa sí me molesta una pizquilla. Y es que acá operan mucho con la mirada, toda presión social recae en la manera en que miran. Había dicho hace mucho
Esos ojos suecos por el
Anno Domini 2001— ”Porque la calle forma un tejido en que se entrecruzan miradas de deseo, de envidia, de desdén, de compasión, de amor, de odio, viejas palabras cuyo espíritu quedo cristalizado, pensamientos, anhelos, toda una tela misteriosa que envuelve las almas de los que pasan”
Miguel de Unamuno, Niebla, cap. II
En el Metro de Estocolmo se forma un tejido en el que las miradas se entrecruzan. A primera vista, la mirada de los suecos forma una dejación que trastoca la más recóndita incertidumbre del alma mexicana. Lo deja a uno como deslumbrado, atónito, quieto e incierto de lo que está a punto de acontecer. Al paso de la gente, se dispone uno a buscar entre esos ojos de las multitudes escandinavicas alguna señal de vida que indique el humor del ambiente. Pronto nos damos cuenta que los ojos suecos no buscan mirada ajena, es más, la desdeña. Las pocas miradas que nos hacen el favor de encontrarnos nos dejan estupefactos y estupefactas, pues son miradas que resemblan crystales de hielo, displicencia pues. Realmente no sabemos que hacer ante esa gélida mirada del sueco.Y es que la mirada del sueco no es furtiva ni coqueta; no busca pareja y mucho menos pasiones u amores a primera vista. No son como las miradas hispanas que se enfocan al ser humano para aprestarse al encuentro e intentar saber de antemano quién o cómo es la persona en la mira de los ojos o saber si uno es de gustar o no.Y es que nosotros así empezamos a medir a la persona. La de los suecos no son miradas que se halagan ni que busquen piropo ni la aprobación del buen vestir o del buen oler, es más no busca elogios y ni se diga admiración . Y si miran, parecen miradas reprochantes que indagan burla, acoso sexual o desdén, fulminates para el alma hispana, que siempre anda reciviendo señas de amor. Son miradas sin muecas, parecen no tener donde fijarse más allá de sus mentes, como que les gusta deambular en los centros de sus pensamientos, solos, sin fijarse en nadie más. Pero están al acecho también, más de otra manera, pues nunca he visto tantos ojos desviándose tan sólo para evitar caer en otros ojos. Son miradas evasivas, de desconcierto, y más aún, miradas sospechosas que indagan tenazmente, por la causa de que ojos ajenos se hayan atrevido a descansar en él o ella. Saben que son mirados. A simple observación, si los ojos son las ventanas del alma, el sueco las tiene insuladas, dobleteadas, sin permitir que niun sólo cono ocular logre meterse en su alma. Más no todo es tan malo como se ve, pues si logras entablar conversación te colman de atención sin fijarse más allá de lo que dices. Aquí, en verdad, el cortejeo hispano queda inerme, pues los ojos es por donde todo empieza. La falta de la comunicación ocular me deja incompleto al fin del día pero ni modo que me fije, así que, por lo menos aquí, nadie es fijado. Y así termina uno, al parecer, sin vista fija.
que los suecos no miraban. No me equivoque mucho, lo que pasa es la mirada sirve para castigar aquí y carece de los multiples usos que nosotros que gozamos de buena sangre latina.
Suecia,