Acá en Suecia hace viento, más en los altiplanicies que bien hago llamar mi hogar. El cielo está despejado, el sol brilla como no lo ha hecho desde hace un buen par de meses y las hojas marchitadas del otoño 07 son presas fáciles de las ráfagas del viento nórdico. Nos cuentan por la radio que es una tormenta, que no salgamos de casa y que procuremos tener nuestros hogares listos para la ventisca que se avecina. Yo me entretengo viendo las nubes pasar a mil por hora y derivo placer de ver el césped limpio, cortito, las calles lucen limpias y el sol resplandece. Ni quién se acuerde este día de aquella mala noticia que rezaba que en diciembre sólo hubo unos cuantos minutos de sol durante todo diciembre, era para entristecerse esa nueva.
Y contemplando todo esto me acuerdo de ti, Tijuana.
Hoy viniste a dar a mi mesa de desayuno. Uno se sorprende de las noticias que salen de Tijuana, pero hasta la fecha nunca habían llegado a formar parte de mi periódico local, ese que me aleja de ti Tijuana y me recuerda en dónde estoy, directo a mi cocina. En el apartado de noticias internacionales ahí saliste, Tijuana. La noticia hace recuento de lo que pasó el jueves negro de la semana 3 del 2008. El sólo hecho hasta opaco la noticia de que un senador de la república mexicana que representa a Baja California fue asaltado. Sobre esa noticia resaltó que la ciudadanía de la red tijuanense ni siquiera expresó sentimiento por el político, ladrón que roba a ladrón … rezaban las consignas más benévolas hacia el senador mexicano.
En Tijuana todos somos cómplices del crimen. Es lo más común: uno se hace de la vista gorda por costumbre local. Es nada más de observar la cultura de los blofstars de Tijuana. Todos conocen a uno que otro que se chinga sus pasesitos o unos churros como diversión alterna, jode hasta yo conozco quién vende y no vende, es lo más fácil del mundo de hacer, como ir a la tienda y comprar un litro de leche. Por algún lado han de conseguir las drogas toda la bola de ofendidos, indignados por las balas, el crimen, el show del miedo que cunde por las calles de mi tierra natal. Los tijuanenses mismos alimentan el circulo vicioso del crimen organizado. De hecho la cultura de la ilegalidad en Tijuana es parte de la cultura de Tijuana, hasta el vecino más santo ha hecho tranzas cuando a este u ésta le ha rendido arriesgarse el pellejo una pizca y hacerse de una buena prenda, joyita, o negocio que dé una buena inversión. En Tijuana, todas estos trueques no están regularizados ni existen canales legislativos para poner orden al constante tráfico de bienes entre una persona u otra. No existen ni siquiera la voluntad política para ello. Y no por falta de modelos de dónde escoger, a qué van a San Diego todos los de Tijuana sino a sentirse un poco de lo que es estar abrigado dentro del marco de la ley, dónde se regulariza hasta lo que se vende en los famosos garage sales o yard sales.
Esta cultura ilegal está muy bien asentada en Tijuana, siempre hay tranzas que hacer, llevar a cabo y todo siempre al margen de la ley. Es por eso que uno se sorprende de los políticos advenedizos de otros lados de la república mexicana que quieren resolver una problemática de costumbre en un año. Lo que hay que hacer es educar a la gente, legislar para que actividades al margen de la ley desaparezcan como cultura de la población, que se regule toda actividad ilícita. Que todos sean iguales ante la ley. Pero no, el miedo a que nos agringuemos nos impide emular el modelo del vecino, no vaya a ser que se insulten allá en el centro de la república mexicana.
Lo peor de la cultura es que es internacional, o sea, la cultura abarca dos países que se alimentan sus necesidades, de hecho, el trafico de todo lo que se pueda vender viene tanto del sur como del norte. Del sur de los EEUU y del norte mexicano. No es novedad, pero lo que sí es novedad es que a nadie le importa poner orden a este tipo de cultura porque esa cultura la componemos todos los tijuanenses. Lo que no podemos hacer en San Diego lo hacemos en Tijuana y viceversa, en ello se ha derramado mucha tinta ya que hasta flojera me da mencionarlo porque alguien ya lo dijo y hasta mucho más mejor que yo. Todos somos victimas, todos somos culpables, todos somos testigos.
No es que no comprenda el dolor de mis conciudadanos y ni comprenda la dimensión del problema que llegó a mi mesa de desayuno esta mañana o haga burla de los blogs tijuanenses que escriben atónitos de lo que ellos viven en las calles nuevas de Tijuana, no, lo que digo es que a lo mejor ya es hora de mirarnos a nosotros mismos y ver como podemos nosotros, como individuos, aminorar el impacto que nos causa ver el desorden social que invade y viola nuestro entorno.