Las he visto de lo más peor. Sangrando y al rojo vivo. Reconozco a los mios, así que no me sorprende comprender porqué entiendo el aspecto visual de ver uñas comidas hasta el punto en que ya no se puede comer más porque si no no habría uña que morder o comer, ahí usted elija la frase que más le plazca, yo me muerdo las uñas pero para otras personas se trata de comerse las uñas. Quizá comerse las uñas es más adecuado ya que da indicios de la comezón que produce morderse las uñas hasta sentir satisfacción de que ya se hizo todo lo posible por deshacerse de las uñas indeseadas o cuya existencia da campo para seguir mordiendo. Cachito por cachito, pedacito por pedacito, escupitajo por escupitajo.
Aunque comerse las uñas tampoco es lo más adecuado porque no solo son las uñas que pasan pos las dentaduras cuyo filo alcanza hasta el más pequeño trozo latoso sino también pedazos de piel aledañas a las uñas. Esos trozitos de carne que se muerden sin mayor esfuerzo para dejar paso a piel más nueva.
Es un tanto grotesco pero el placer de hacerlo es mayor que el dejarlo en paz y tener buenas uñas y buenos dedos. Con buenos me refiero al lado estético de la mano.
Cuando veo de lo peorcito sé justo por lo que esa persona está pasando. O es algún vicio que le causa escozor y las manos del tiempo le juegan el juego sucio de la espera de la hora adecuada. El vicio de alimentar los nervios para calmarse. La substitución para calmar la espera y sufrir el paso del tiempo es comerse las uñas y sus aledaños. Así que las manos de estas personas, sus dedos, y en esta era de usar los dedos para todo, presentan un estado de salud precario, o por lo menos esa es la impresión.
Lo reconozco porque yo me he comido las uñas tanto por darle placer al escozor de sentir satisfacción absoluta que amanezco con dolor dedos y al teclear o usar algún instrumento que requiere de mis dedos, y en esta era, todo requiere de manos al parecer, duele mucho.
Eso de comerse las uñas es todo un juego corporal que involucra las sensaciones de las yemas de los dedos y las sensaciones de los labios que se prestan listos para sentir cualquier raspa que exista en las puntas de los dedos y las cercanías de las uñas. Es un contorsionismo de gestos faciales y adiestramiento en elegir bien la posición dento-facial adecuada para cortar o morder y luego escupir los trozos de carne y uñas que dan algo qué hacer. Usualmente el comportamiento surge porque hay que matar tiempo o porque no hay nada que hacer. Suelo hacerlo en la privacidad de mis entornos o cuando estoy aburrido en una reunión pero en público casi no lo hago al menos que ese público sea de mi previo conocimiento.
La necesidad de comerme las uñas tiene su historia. Justamente no sé cuándo empecé a comerme las uñas, de seguro vi a unos de mis amigos hacerlo. Es un vicio copiado. Lo más seguro es que lo integré a mi repertorio de comportamientos de joven. No tengo ni la menor duda de que así debió de haber sido. Y así, estamos ahora, colmando las ansias.
Comerme las uñas colma las ansias que me cargan los nervios. Y ni que hacerle sino que moderar las mordeduras. Para moderar las mordeduras suelo usar un cortauñas o un alicate. Prefiero el alicate es más sencillo y alejo de mi la boca presta al labor.