Es de noche. La arena en mis pies la siento en mi lengua, sal.
Anoche te soñé, no sé quién seas, como todas mis amantes, nunca te he visto ni tú a mí, más siento tu cercanía acercarse cada día más hacia mí. Te advierto estoy con Otra ya pero eso a ti no te importará. Y es esa sinceridad la que te cautiva. Mas ten la seguridad que me entregaré a ti por esos días en que la vida giré a nuestro alrededor. Lo curioso de lo nuestro es que ya dejamos atrás todas las mortificaciones morales, ahora es la aceptación de nuestros destinos. El corazón me late, el tuyo aguarda el eco de mis latidos. ¿cómo te llamas? ¿y por qué estoy tan seguro de que lo nuestro será tan intimo?
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Ya no me gusto. Antes me caía bien. Hoy no. Hay demasiados impedimentos como para poder apreciarme tal cual soy, aún tengo los vestigios de mi juventud como lastre y tengo por costumbre la odiosa idea de comparar mi nueva forma de ser con la vieja que tuve hace poco mas de un lustro atrás, realmente no sé como pasé de esta idealización de lo jovial al aborrecimiento de la vejez. Será porque ya mis amantes están contadas y sé que lo que me impedirá probar mi nueva virilidad es el miedo que le tengo a ser amante de mujeres de edad avanzada, o sea de mi edad. Qué viejo chocho. Mas no creo que sea así, es si tan sólo un temor infundido. Quizá algo de las vigencias que ocurren a mi alrededor pero si algo me ha caracterizado es que sigo mis propias vigencias y no las de la sociedad. Es más, en más de una ocasión me ha causado sorpresa verme al frente de una moda, o sea ser una especie de precursor entre mi gente. Primero empiezo yo.
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Quiero recorrer las yemas de mis dedos por el alma de tu sudor, que escurra el olor de tu transpiración por mis venas.
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Escuchas con atención. Y brindas toda la atención del mundo como si estuviéremos desnudos los dos, bueno, lo estamos, pero escuchas, tú y yo podemos ser lo que no podemos ser en otras partes, a qué se debe esta atracción por el escuchar no sé, pero eso es lo que te caracteriza, y tus ojos y tus oídos y los míos se sintonizan como en ninguna otra parte.
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Te confieso que me recriminarás después la aura de seguridad que encubre las palabras. No me considero un Don Juan que deje a las mujeres enamoradas como tampoco te desestimo como contrincante en el amor. Pues haré lo mismo: me desgarraré las ropas deseando una eternidad contigo.
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Y así, camino las arenas de las playas, y observo el horizonte, de noche, que los demás miran por día. Al fondo un miedo desconocido, sí, estoy nervioso por dar contigo, quién serás no sé, esa es la única verdad delante de mí, como las olas que se estrellan, el cielo por igual, no dan mas que el presente y aún así, el porvenir es lo que aguarda, el mañana, el retroceso de las olas al mar y su permanencia de ambos.