Yo crecí­ por el downtown de Tijuana. A mi me bautizarón en la Guadalupana y me registrarón en el viejo palacio municipal. De eso estoy orgulloso tanto como para decir qué soy cachanilla de varias generaciones. Leer pues que un Tijuanense a muerto por otro paí­s me trae la guerra un poco más de cerca, ya que yo soy orgulloso de mi gente, de los mios. Nos distinguimos mucho nosotros los de Tijuana. Por eso nos damos cuenta quienes son verdaderamente de Tijuana y quienes no. El sólo pensar los delata. Como nosotros hemos crecido entre dos culturas carecemos de eso que distingue a otros mexicanos, el tener una sóla cultura. Por cuestiones de la frontera siempre tenemos dos culturas entre nuestros corazónes, por eso el centro de México nos bombardea con un nacionalismo que sí­ aceptamos pero que como marido celoso mira con desconfianza a nuestros amigos en EEUU. En verdad los amamos a espaldas de ese centro. Así­ es y seguira siendo siempre y cuando la frontera existe.

Por eso dudo a veces en apoyar manifestaciones en contra de EEUU; de la guerra si, pero los EEUU no.

Porros in our midst, sé who the goddamn son.

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Según el NY Times un Tijuanense perdió la vida en Irak.

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de libros perdidos

Hay pocas escritoras en castellano con el poder suficiente como para hacerme que les recuerde. Entre ellas está Isabel Allende de Chile con todo y sus novelas, inclusive Paula la cual cautivó mi corazón; Giaconda Belli de Nicaragíüa con La Mujer Habitada; Y por último Rosario Castellanos.

Por aquellos entonces andaba ganoso de una mexicana y ella se me presentó, Rosario Castellanos. La conocí­ en un estante de la biblioteca de mi universidad. La vi y sus tomos se me hicieron grandes y gruesos. La agarre de la espalda, como todo buen libro debe agarrarse.

Es chiapaneca, una de esas pocas mujeres en México que son Grandes e Ilustres pero que en el sistema patriarcal de México no hay lugar para ellas. Me enamoré, acariciaba el tomo como si las palabras de sus textos me penetraran despacio, poco a poco, causándome un lento y exquisito deleite. No la dejaba en paz, siempre la leí­a, pero una vez de Sí¶dertí¤lje a Estocolmo se me olvido la mochila en el tranví­a. Me dolió mucho perderla a causa de un sueño pesado que me embargó. Desde entonces no la he vuelto a ver. Tengo la fe de que vuelva. ¿Será?

Por eso me gusta, los leo porque veo en lo que escriben un poco de mi pasado y que me confirma que Tijuana no es meramente un figment de mí­ imagination. Principio de urticaria me hizo reir a morir, me cae en la madre, que curado es leer estos pinches blogs a veces. A ver cuanto me dura el gusto …

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Cilantro

Me cae. Ser inmigrante ya no es lo mismo que hace 20 años atrás.

Hoy por hoy se tiene la internet y eso ayuda un chingo, por lo menos espiritualmente. Allí­ se encuentra uno a su pueblo si es que el pueblo es grande o tiene medios para enchufarse con el resto del mundo. Yo tengo la suerte de ello, a mi gente, la miro a través de mi ventana, desde lejos pero a sólo un segundillo y si eso, de mí­. Los tengo, los siento. Aquí­ están.

Aunque confieso que la comida también es ya global.

Hace seis años preguntaba por cilantro aquí­ en Suecia y la sola pronunciación de la palabra les daba rostros de sorpresa exótica; a lo peor, causaba revulsiones faciales de tipo ¡horror! Un inmigrante, y además ¡quiere comida de su rancho!

Hoy por hoy hay de todo. Hasta parrales, enlatados pero parrales. Los caliento y luego luego me transportan a mi tierra, el puro olorcito me lleva a tiempos remotos, tierras ya desaparecidas, que nada tienen que ver con la realidad. Me hacen a veces llorar, por dentro. Hay veces que sólo los caliento para olerlos y por un momento regreso a esos momentos que cuando los viví­ ni siquiera me entró que algún dí­a los recordarí­a ansina. Salsas hay un chingo pero por más que insistan los jalapeños no les salen, no tienen la mano para cultivarlos. Así­ que salen flojos.

There was only that one chance. The crowds were thick enough to create a diversion and grab it. The money bag lay idle in the counter, so it would be enough for a fire alarm to cause a small panic, stretch the arm, grab the dough and make a run for the door. The only obstacle would be the guard at the door, a buffy looking security agent who seemed in love with his job. He had the handcuffs in plain view, as well as a can of pepper spray and a mean looking baton, which he caressed with his left hand like a cat owner would his pet. Just then a scanty clad dame popped in distracting the buffy looking guy who was being a gentleman by pointing her to somewhere as they walked together a bit. Gary saw his chance and walked towards the book section and stopped near the emergency fire alarm, pulled it and started to walk fastly towards the counter so as not to raise suspicions. At the sound of the alarm everyone became disconcerted and moved quickly to get the heck out of there. Gary grabbed the dough just when the clerk was trying to figure out what was happening and made a dash for the door. He ran as fast as he could.

Ernest didn’t feel like opening that can of beer, he had enough, really enough of his drudge monotony. Nearly fed up with the daily drinking. So he picked up his keys, put his jacket on, checked that the radio was off and he left his flat. Down the elevator, he came across a neighbor he was pissed at so he just gave him looks that killed, and then proceeded to say hi to the first passerby he met. 9pm and he smelled the city, it smelled like popcorn does at the movies except that it was drizzling. So he kept walking, destination unknown thinking that maybe it was time to pay a visit to an old girlfriend of his. On the way there he found a wet quarter, picked it up and started to flip it up in the air. Should he walk there and see her or should he take a cab? Should he just drop by or should he announce his visit?

Olga was in the mood for some shopping. She donned a miniskirt, and a shirt that fit like a glove marking her voluptuous body at every curve. The stiletto high heel shoes put the extra touch in a very nice outfit. Looking outside the window she noticed some small rain drops in her pane. She grabbed an umbrella just in case her hairdo came into danger. Looking one last time in the mirror, she checked her deep red lipstick color in her lips.

The weather was grey and the city noises was a mishmash of screams, crying and yelling with that of cars passing by and a police car with its siren still on. The ambulances had the siren lights on, resembling a death disco of sorts. To the left of the sidewalk bundles of money and shiny coins were scattered across it, were curious onlookers stared, waiting, like vultures, for a distraction from the only police car to have arrived at the scene of the accident. Some handcuffs lay strewn on the street, and a security guard sat by the sidewalk with a bruised head and what seemed to be blood running from his nose, dripping down to the wet asphalt. Two bodies were being attended by medics and one was already being carried inside the ambulance in what seemed to be an unconscious state. The other body, a female, had some red lipstick smeared in her face and a miniskirt displaying fine long looking legs and some broken high heel shoes. She was being pumped air and an inyection glared all the lights that the city could reflect on its metal needle that moment.

Chale. Según Border Blogger tienes que vivir en la frontera para escribir sobre la frontera.

Y yo que me hací­a ilusiones de escribir sobre Tijuana, ya de perdis una autobiografí­a sobre justo la frontera. ¿Y ahora? ¿Qué hago con todas mis memorias de mi infancia que pasé en Tijuana? Yo creci en el Mercado de Artesaní­as, Me pasie por el viejo Puente México, no el nuevo ese que atravieza el canal. Jugué cuando el canal si apenas lo estaban terminando y cuando los lotes aledaños a la lí­nea estaban más vacios que nada. Me acuerdo que agarraba una de esas espadas que se vendian junto con unos escudos y sus respectivas mazos con bolas llenas de picos y me poní­a a imaginar que les daba en la madre a quién sabe cuanto enemigo justo por esos lotes baldios ahora llenos de casas, parking spaces y hoteles de lujo.

¿Y qué hagó ahora con las memorias de mis años infantiles cuando la Alba Roja no tenia la forma qué tiene ahora? Porque mis memorias son las de un edificio viejo donde antes estuvo un cabaret llamado ” Molino Rojo ” antes de que fuera escuela y qué según mi santa Abuelita el mismisimo diablo se apareció dejando un olor a azufre. Y luego su enorme patio, una escuela llena de historia que un gíüey con ideas cuadradas fue y les plantó ahí­ ahora. A veces voy, cuando estoy de visita, pero sólo para ver un árbol qué es lo único que queda de mi vieja escuela.

Y no se hable de mis memorias de la Zona Norte.

Ahí­ recibi mi primera madriza, mis primeros coqueteos, y mi primer bonche de admiradores. Recuerdo cuando regresé de San Francisco después de dos años de ausencia, fui a dar a la Gabriel Ramos Millán. Me decí­an el Americano. Me acuerdo que nos daba tentación un parquecito al otro lado, era nomás de brincarse la cerca con quince mil hoyos y irse a jugar a los mucho más mejores parques ahí­, se scuchaba la campana y saliamos en chinga de regreso, alcanzabamos a llegar muy bien sin broncas. Pero a veces nos tronaban los migras, los más ojetes nos echaban, una vez hasta nos subieron a la pinche troca, pero como nos miraban todos uniformados pues se la maliciaban y luego yo tataracheando … los más más buenones pues nomás nos clachaban de lejos, ya sabian quienes eramos

N’ombre y eso es sólo el principio …

Chale, y ahora, ¿qué hago con mis memorias?

Ni madres, la Frontera soy yo!

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After thought – after sought

I think that sometimes I overwork my poetry. I think I need to let it stop there it ends, in that brief moment I get when I’m overwhelmed with its inspiration, lulling me, whispering me its heartbeat. And if I ever manage to capture its essence, I need to allow my dream catcher to snatch it and take what it is in as is.

For sometimes I know for a fact that these moments of one with life melt like a snowflake in the palm of my hand.

Dreamcatcher

Airs of change blow by the meadows of the threshold

Alluring me into its fold

I leap forward to rest on its pasture

Laying back, I feel them run over me

Contemplation slowly takes of me

The future, is it worth?

Caressing the possibilities of a past long gone

Embracing dreams of yore

I hold fast to the roots of my past.

Papalotes

Hay cosas que no cambian.

Ayer fui a comprarle un papalote a mi hija de nueve años, pero vaya, mejor terminé llevándome una sorpresa, como siempre, cada vez que salgo de compras en Suecia. Me sorprendió más realizar que a un soy un completamente extraño en este paí­s a pesar de mis prontos seis años aquí­ y de los documentos que me comprueban como sueco. Un vil extranjero.

Y es que hay costumbres que no cambian. Dicen que Marzo es loco y Abril otro poco, bueno, eso me decí­a mi abuelita que eso decí­an, sabiendo sólo Dios, quienes sean esos que dicen. En fin. Por eso los papalotes son populares por estas fechas, se distingue por la sopladera de vientos tanto en México como los EEUU. Yo como organismo netamente Americano pienso que aún estoy ahí­ y ahí­ voy como perro en mi casa a comprar un papalote.

Llego y pregunto por uno, el vendedor que me mira con cara de turista desvalagado y como seña temprana de primavera me contestó: “Qué no. No los hay, si no que hasta Junio.” ¿Pero cómo? Contesto, incrédulo ante éste incomprensible rechazo ¡Si afuera hace un ventarrón! Como si fuera para todos claro, que ya, viento y papalotes a la venta. A lo que me contestó el vendedor ya molesto: “Pues no, ¿Qué le vamos a hacer?”, encogiendo sus hombros ya dándome como cliente perdido, queriéndose deshacer de mi como si por arte de magia. Y es que aquí­ en Suecia todo tiene su tiempo y no saben trabajar fuera de él. Mucho menos si se trata de modas. Y los papalotes son una moda aquí­, así­ que hasta que no estén de moda no podré comprar uno. Pinche suecos cabrones, ¿quién los entiende?

Hoy estoy en Smí¥land. Esta semana, después regreso a Estocolmo, tomé el tren X2000. Se hace tres horas de Estocolmo a Smí¥land. Salí­ a las 05:05am. Pero iba, como decí­amos vulgarmente allá por mi juventud, con el culo en la mano. Y es que al bajar del tren tení­a que tomar la burra, o buss como se le dice aquí­. Me hacia falta un tostón para acompletar la tarifa del viaje, cuesta 23:- coronas, que equivalen como a 23 pesos más o menos, yo traí­a 22.50:-.

Aquí­ no te perdonan niun penny, n’ombre ya me la han hecho antes, así­ que de confiar en la bondad de la gente es eso un ejercicio inútil aquí­. Aparte de que no te dejan subir, te la mientan con la mirada y te embarran de una mirada que te deja cochambroso por dentro. Una porque te atreviste a preguntar, sugerir, apelar a la bondad del chofer y otra por transgresor de las leyes, se baja uno cabizbajo y criminal. Son medios raros aquí­, la neta.