n

There are words

I lack

I see you and the image burns

if there is a 1000

suffice they don’t

A life lives

an eternity in every second

transcurs

as if I blinked

yet Every time

i think of thee

& you are not there

I wonder

Why is it that when we want each other

we are more than

a blink

in the universe

Like humans

I imagine

blackholes

.

. all the love doesn’t matter. I have thee not. Neither here nor now.

. then why insist perforate

the fabric that you insist

be yours?

Heridas y derrames

Me machuqué el dedo. O un dedo. Un dedo de mi mano derecha. El anular para ser más exactos. Digitus IV manus.

Contaré. No quiero entrar en muchos detalles pero diré que me sentí­a nervioso durante el acontecer y por ello el tropiezo.

Estaba cerrando una puerta que requiere de una candado de llave. Usualmente, para cerrar uno de esos candados, se requiere de un poco de fuerza para empujar las anillas o armellas del candado para engancharlo.

En mi nerviosismo casi ví­ acontecer el dolor pero antes de poder hacer algo al respecto el dolor de mi torpeza se hizo presente mediante los mecanismos usuales: mentadas de madres, insultos a mi misma persona, una letaní­a de arrepentimientos por mi torpeza y la calma que suele acompañar un dolor de gran envergadura como lo suelen ser cortaditas de papel.

Lo curioso de esto es el derrame que hice durante el transcurso de mi herida. En realidad no pensé que la pequeña mordedura de un anillo de un candado me transportara a un mundo de personas cuyas personalidades nunca antes habí­a visto.

Llegué a la oficina de un contador y lo que pensé serí­a una simple desgarradita de pellejo de mi dedo anular resultó ser todo un derrame de sangre. En realidad no sé que usual es que los suecos se chupen la sangre, pero por lo menos yo tengo la costumbre, como muchos otros de mis paisanos, de chuparme la sangre si es que sufro cortaditas o estupideces como la anteriormente mencionada. Así­ que como si nada, mi propósito era entregar un papel a la contadora cuyo sexo ha sido en este momento delatado. Como es invierno suele uno llevar guantes que me quité al entrar a la oficina de la contadora.  Pensé que mi herida no era de gran envergadura, mas cuál no es mi sorpresa al verme derramar sangre y manchando mis dedos y quién sabe qué. Y ahí­ me tienen, chupándome mi sangre para detener la hemorragia de desgarramiento carnal por culpa de un candado. Pensé que me iban a ofrecer un curita o por lo menos un ¿qué te pasó? Nada. He ahí­ lo sueco y mi insistencia que los suecos operan como operan en mi paí­s. Me ven chupándome la sangre de mi dedo por una herida y como si yo solo pudiere resolver los problemas del mundo que me aquejaban en ese instante, casi me sentí­ ofendido a no ser porque en mis razonamientos razono que estoy en otro paí­s y cosas como ofrecer ayuda al ver alguien derramando sangre no significa que se necesite ayuda de otras personas para aliviar al Otro. Una gota de mi sangre manchó el piso de la oficina que por suerte, debido a que percibí­ que así­ hubiese pasado, noté que habí­a caí­do en el piso. Pedí­ una toallita para no dejar la mancha de mi sangre roja el piso de linóleo. Limpié y use la misma toalla para cubrir un poco la herida. Salí­ de ahí­ desconcertado y sacudiéndome el flujo de emociones que sentí­a en ese instante.

De ahí­ a una tienda de pintura.

Sin mayores prejuicios o vergíüenzas procedí­ a abusar de las amabilidades de las empleadas en el lugar. Me dieron una toalla de papel al pedirla y cuando pedí­ un curita, me lo dieron. Mi nerviosismo me acompañaba, noté una mujer de interés que pensé como candidata para mi vida a la cual deseché como posible candidata así­ como suelo hacerlo con la mayorí­a de las mujeres que me despierten un interés por ellas. Al pagar por los botes de pintura que pedí­ me percaté de que habí­a manchado con mi sangre la esquina de uno de los billetes de a cien coronas. Mi impulso fue sentir terror al verlo y ante el miedo de que lo vieren le di la vuelta al billete para esconder la mancha.

Yo vivo en otra era. Las actitudes de la gente al ver sangre ya no son las mismas con las que crecí­, por lo menos en este paí­s llamado Suecia. Yo pensé que la gente sentirí­a horror al ver sangre, pero nada, todo tranquilo y el único en pánico era yo. Inclusive como cuando al pedir un curita la mujer que me ayudó a cubrir la herida no sintió el menor pudor de ayudarme a ponerme el curita mientras que yo esperaba todo lo contrario.

No sé si la idea del dolor se hace presente porque estoy pensando en ello ahora mismo, me miro la herida, y recorro lo acontecido. Se me hace curioso lo que una mordedura de un candado puede encerrar en un momento tan simple como lo es cerrar una puerta.

Emulandote

De verdad que los que le sacan jugo a la imaginación son gente de admirarse.

No porque pueden formular un mundo lleno de ideas sino porque describen lo que ven.

Yo veo y no puedo pintar.

Quizá es por eso tan impresionante entrar al estudio de un pintor. Los instrumentos los puede tocar cualquiera. Ahí­ están, es nada más de recogerlos y hacerse de ellos como cualquier ladrón lo harí­a.

Dos ladrones lo harí­an. Uno por poseer lo material y el otro por poseer el don intelectual de poder hacer algo con los utensilios que transforman la realidad un cuadro a la vez.

Es lo mismo al ver un instrumento musical. Se aprecia su belleza. Pero pocos pueden hacerle vibrar como para hacer melodí­as del ruido.

this morrow

I know that this morrow is as I thought it would be when I thought of it yesterday

thou art here

I can place a face and a name

Remains of a residue which stains the very fabric of the morning which is to be

don’t get me wrong: I want you for me

but …

’tis impossible. Though my belly hurts I see thou as an impossibility within reach.

Yet

every break of dawn

sunset

I forget thee on purpose since you remain an illusion

a fragment

a figment

una conjetura

Do I want you or do I want the elusive illusion of thee?

des Sich Verliebens

Por estos dí­as tengo la costumbre de no comparar las desgracias personales con las desgracias de otros. Hace unos años atrás, unos 3, a lo mucho, decidí­ no sacar provecho de las comparaciones que uno hace al comparar las desgracias de otros con las de uno. Es un mal hábito en sí­. Deducir que por lo menos yo puedo caminar con mis dos piernas y sacar satisfacción y mucho más peor, consolación, de que pueda hacerlo, al compararme con un paralí­tico, es por un decir, patético. Es sentir lástima por sí­ mismo y mezquino tratar de sentirse mejor de uno mismo aprovechándose de las diferencias de otros por carecer de otra descripción que mejor pueda describir esa asociación.

Aclarando lo anterior prosigo a rememorar y hacer una reflexión sobre un camarada del trabajo. Este camarada, a juzgar de lo que me ha contado y dicho, nunca ha probado el néctar del amor. Ahora, no hablo de lo carnal, que quizá, sucumbió por ahí­, ante ello, sino ese néctar efí­mero que da sensación de parecer una eternidad: enamorarse. Eso creo. Quizá sí­ se enamoró y no fue correspondido, o se enamoró y no quiere decirlo, uno nunca sabe, lo único que sé es que ha dicho que en cuestiones de amor, ha descuidado esa materia. í‰l es soltero y lleva los 60 a juzgar de lo que él dice. Quizá queda tiempo para el amor.

Lo que me intriga de él es la misma situación que se puede leer en la novela de Kazuo Ishiguro cuyo tí­tulo en ingles es The Remains of the Day y que es una de las pocas obras literarias que han sido protagonizadas de manera acertada por uno de los mejores actores de mi era: Anthony Hopkins.

A mí­ me han pasado tantas cosas con el amor como no me han pasado; pausas y aceleraciones hacen de ello todo un vértigo insoportable de ver y sentir al mismo tiempo. Y el tiempo se encarga de hacerme olvidar de todo ello como si nunca hubiese vivido en carne propia lo ya acontecido. De él y lo que me ha dicho solo puedo sacar conjeturas. O sea, tengo que tomar a fe que lo que dice es verdad. Acá, en este paí­s, Suecia, muchas cosas se toman a fe. Y la única alternativa es creerle lo que dice: ha, como él dice, estropeado la labor de hacerse de una mujer. Esto me ha llevado a batallar la emoción de sentir lástima por él, porque, venga, es triste escuchar lo que dice. Y hay que creerle, por supuesto. Por igual, es un vil Fritlz o un pervertido, pero como dice, habrá que tomar a fe, en este paí­s, lo que se dice. Y así­ escribo, tratando de esquivar todo aquello que me aleje de la idea primordial que se dibuja, de un hombre que nunca ha probado el amor. Proviene de una familia muy religiosa que ha vivido el austerismo luterano. Y a juzgar de lo que he leí­do sobre las religiones protestantes, no es imposible que no sea cierto poder exprimirle a la vida una vida dedicada solo al labor.

 

Competing personas of a trilingual

Retrato de Ramón Goméz de la Serna Puig. Diego Rivera (1915)

Here in the Swedish Highlands I speak Swedish to those few I speak to. Don’t get me wrong, there is the occasional Spanish speaker to whom one is lucky to exchange a few inborn lingo with in that tongue of yore. For the most part the operative language in my daily affairs tends to be Swedish. For all intent and purposes this has its advantages and disadvantages. It also explains why I thirst to speak my native languages, English and Spanish. Since I don’t get many opportunities to speak them I yearn for them. Oh, don’t get me wrong. I do use the languages at work, that is how I earn my bread and butter. Yet one thing is to use the language for teaching purposes and another to speak it to talk to people. I mean talk, uninterrupted by silly things such as meta-linguistic awareness. Uninhibited talk about what has happened or what is going on in a language that requires no stopping and thinking about its grammar nor which elicits foreignness 24/7. I want to feel ”me” or whatever is left of that ”me”.

Allow me to expound.

You see, whenever I speak Swedish, as in any other language, one has to adjust to all sorts of manners and ways of being for many a pragmatic reason which tend to be inherent in the language at hand, customs and practices, unwritten rules, the whole lot. This tends to alter the very fabric of any identity, specially if one is trying to achieve native status. Granted, I probably don’t have the energy to achieve said feat in lieu of my bitching but be that as it may, one cannot escape nor avoid the required niceties one is obliged to fulfill as one speaks the target language, mostly to accommodate the native listener. All for the sole purpose of creating an illusion of communicating as painless as possible and to accommodate the old adagio that when in Rome blah, blah. This tends to jar the nerves and exacts a toll in the person who practices multilingualism.

Growing up bilingual I was always afraid to let my ”real” self come out, specially in the USA but on occasions in México as well. I was always afraid of the intruding accents in my speech which would reveal who I really was, in this case a Mexican or an Anglo-Americanized Mexican which would show that I wasn’t who I said I was. Respite where I could really find myself has always been my xicanismo. This is home identity wise. Neither Mexicans or Americans buy this but my fellow Xicano brethren do. They recognize the difficulties of having to pass off as one of the ”real” deals because one tends to be hard to be believed in as either as Mexican or American. At times, being having to bear the brunt of being possessed by one group or the other claiming me as one of their own as if I in my plight ventured to suggest I was in need of repossessing or something. Allegiance and all that monolingual identity stuff that comes along with nationalism and its oneness of purity BS. Which brings a host of other points of contention for the bilingual ens since these sorts of nationalistic jingoism have a nasty habit of every now and then putting the crux of national identity dead square on bilingual’s shoulders. We must decide and more often than not we resort to let our emotions decide in a split second. Hence the dubiety with which monolinguals eye us for: monolinguals don’t trust the national or patriotic allegiances of bilinguals. We often go for the host nation. So while as a common bilingual growing up in Aztlan gave dialect and national identity headaches in my persona as a being in Sweden the matter goes beyond said issues.

Now I am confronted with another sort of unwanted language implementation affecting my persona: Swedish demands of its speaker to live up to high expectations of truth and honesty. Brutal honesty expecting to say it like it is no matter what the consequences. This is a key aspect of Swedish in its manner of communicating that failing to include this attitude in social conventions will brand one very easy and fast as an unreliable person to deal with, specially if you live in a very small town like mine. This has a tendency to clash with my other languages which are privy to favour all sorts of avoidance strategies for several pragmatical reasons and practically propense to beat around the bush. This leaves me feeling rather odd in many ways because I feel that there is a competing way of essence in constant flux with the essences of being a Spanish speaker and being an English speaker vis-í -vis Swedish. It’s not that Spanish or English speakers are dishonest but rather that the aforementioned speakers are more on the defensive when it comes to emotional values such as honesty and truthfulness, one guards itself more in other words rather dodging situations that would requiere direct truth and honesty. Hence, Swedish leaving me feeling like I am being a hypocrite when I am being more honest than Benjamin Franklin’s policy. And I know why it turns out that way: it makes me feel a goody two shoe. In English nobody likes a goody two shoe, mind you and in Spanish the truth is more questioned than a fat lie. It makes me feel that am not being myself when in reality I haven’t been more open about myself and my surroundings then I have ever have. I can formulate it as a clash of different values leaving a residue as I segue from one language to the other. It must be a residue from the other languages because I have no other explanation with which the uneasiness arises.  Not only does that happen with my everyday learning of the Swedish language of course, I also experience language interference at a greater rate than I would than when I only had to think about my bilingualism. But this doesn’t go beyond other than affecting my emotional self steem. Listeners are not that patient in Sweden and they don’t complete sentences as courtesy because it goes against their politeness code.

Now, I don’t know if it can be cast into the disadvantage slot but I suppose that in some spot it could be seen as that. I speak namely of the position many a good trilingual has to endure for the sake of learning. One has to shove aside intelligence and allow for the asinine ghosts of prejudice and intolerance to rein free. This means I get to allow myself to be misinterpreted as a fool and at worst as an idiot and at the very best as a retard no offence, off course, to the community often associated with the aforementioned word. I allow that. I loose a lot in that.  I am not terribly proud to expound on this, but it is necessary. A sacrifice of sorts if one is to learn a new language with all its dirty secrets and all. Is it a disadvantage then, to allow a slight denigration for greater gains? I suppose that as a language learner, being greedy doesn’t make me better than a Wall Street stock broker. The downward and minus aspect for the sake of the plus and upward reward.

Este paí­s de ideologí­as

 El vencedor es el polí­tico populista enfurecido, sin ningún proyecto, sin ninguna visión de futuro. Además es consciente de que a sus electores ya no les importa [nada]. Adam KrzemiÅ„ski

Feminismo

Tengo rato que estoy desilusionado con el feminismo sueco. Mientras que en este paí­s son admirables los logros que se han hecho en todos los niveles de la sociedad, el feminismo sueco dista mucho de ser solidario con sus correligionarios internacionales. Lo que más molesta es que no quieren desviar la mirada a otros paí­ses de una manera más pública, y no ya como autoridades morales que son en el tema; mucho menos si se trata de paí­ses que aún no llegan ni a la mitad de lo que las suecas han logrado. En Suecia, el feminismo no me interesa principalmente porque se pelean por cuestiones, sino irrelevantes, lejos del radar tercermundista para la comunidad internacional. Aquí­ se pelean por salarios que ni se sueñan aún en paí­ses en donde las mujeres aún cuentan sus salarios con un cero a la izquierda mientras que Suecia se pelean por varios ceros a la izquierda. Muchos más ceros. Comprendo que el feminismo quiere igualdad entre géneros inclusive en cuestiones de salarios pero a veces estos movimientos en Suecia se tornan totalmente agresivos y violentos en su lenguaje al querer lograr sus metas. Y está bien que en cada presupuesto se escuche la voz femenina, como cuando se escuchan las prioridades que los presupuestos de las ciudades cuyo enfoque para librar las calles de nieve acumulada durante los inviernos no sean presupuestos solamente para darle prioridad a las profesiones dominadas por los hombres. Esos presupuestos para limpiar las calles de nieve excesiva también tienen que canalizarse para las áreas que las profesiones que las mujeres ejercen tengan igual de transito y accesibilidad como las profesiones masculinas.   No exagero al decir que existe una cultura de odio y rencor hacia el hombre en este paí­s nórdico para fines propagandí­sticos y nadie dice pí­o al respecto y los pocos que dicen algo son callados por el establishment impregnado por la ideologí­a feminista de ultra derecha que no tolera ser cuestionada en su paso hacia la igualdad de géneros (¡!). Y es ahí­ donde me pierden, sí­, el hombre ha sido una vil bestia que no comprende a las mujeres pero eso ya no es el caso en un paí­s que no permite que una Santa Lucia sea hombre y las instituciones que han hecho posible la represión de la mujer en todos sus niveles actuales se han visto desmoronar una a una durante muchos años. Se podrí­a decir que el feminismo sueco se ha hecho egoí­sta y concentra todas sus fuerzas en el frente en donde más batallas ha ganado, en Suecia. Para mí­ es incomprensible que sus lideres no reaccionen a su mundo exterior y pienso que se encuentran totalmente, como dirí­a Gilbert Wrenn, culturalmente encapsuladas. No obstante, parece que algunas voces aparte de la mí­a, y lo que cuenta, en sueco, se están dando a escuchar, reclamarle a las suecas su poca solidaridad con el mundo exterior.

Kalle anka och pepparkaksgubbe o el principio de integridad molestada

Acá en Suecia están sufriendo los estragos de lo polí­ticamente correcto. Cuando arribé a Suecia dos cosas sobre este fenómeno social de odiarse entre las razas me impresionaron por la singularidad en que se manifestaban. Uno fue que la gente me sacaba lo diferente porque tengo pelo negro (me reí­a de la idea) y la otra era cómo el nazismo, hasta hoy en dí­a, forma parte de su educación para comprender la ideologí­a de la superioridad de las razas y no pasa dí­a en que Hitler se manifieste en las esferas públicas del ente sueco. Acá lo toman muy a pecho, como si fuese un elixir prohibido o una fuente de la cual no beber sus deleites porque es un mal a evitar. Muy protestante el rollo, ese de reprimir todo lo que cause alegrí­a. Lo que molesta es que se educa para recordar lo que se podrí­a ser no ya para evitar un mal sino para ver cuan grande es el poder del mal que posee el espí­ritu escandinavo. Esto tiende a producir una especie de tentación para muchos jóvenes que optan por escudarse tras esa vieja ideologí­a de la cual los europeos de todas nacionalidades no escapan. No pasa desapercibido por los jóvenes nórdicos que la proeza del 3er Reich se debió a que Adolf Hitler tení­a en mente la raza aria y al pensar en ella miraba al norte de Alemania: Suecia, Noruega, Dinamarca.

Por ende, lo polí­ticamente correcto. Los suecos se encuentran en que el mundo está en puerta y ya no hallan en dónde esconderse en la inocencia de su encapsulación cultural. Se creí­an mucho al estar tan lejos de otras culturas pero ahora ya nadie está tan lejos como uno [sí­, me incluyo] cree. Se sienten tan vulnerables que no pueden ver colores raciales en sus recreaciones culturales aunque una de las primordiales fuentes de inspiración cultural sean los EEUU. Un ejemplo de ello es una costumbre de vestir a los niños como hombre de jengibre. Este suele ser de color marrón y en un esfuerzo por no ofender sensibilidades entre habitantes de tez morena decidieron prohibir a los niños, esta navidad, de vestirse de hombre de jengibre. Otra reacción nefasta e insensible de los suecos de reciente acontecer es que lo que ellos llaman tradición de ver episodios viejos de Walt Disney durante Noche Buena y que figura al Pato Donald, producida en 1958 para conmemorar las fiestas navideñas, ha sido editada porque transmite viejos ideales que los suecos, en su arrogancia y moralidad superior de ser mejores que otros, no se toman el tiempo de ver y criticar. Para ellos, editar los estereotipos de razas en la cultura anglosajona nada tiene que ver con ellos y por ende, la única respuesta a ello es que esa asociación de estereotipos que se promueven en las oscuridades del subconsciente estadounidense, nada tiene que ver con la puridad moral del ente sueco. Que Walt Disney, por fin haya comprendido que las viejas producciones están tañidas de estereotipos raciales, no tiene porque afectarle a los suecos, es una tradición sueca ver el show entero, con estereotipos y todo y ya, punto y aparte. Por supuesto, tampoco comprendieron porqué habrí­a de cambiarle de nombre a un postre cuyo nombre era Bola Negra a Bola de Chocolate. En fin. Les duele que la gente meta las narices en donde no deben, al parecer, pues es una tradición ignorar patrones raciales que ya no tienen cupo en nuestro pensar hoy en dí­a.

El ideal de la bondad

Durante las fiestas navideñas los suecos se regodean de sus buenas bondades y el ideal de que todo en Suecia, como el ratón que ningún ruido produce, reina por doquier. Acá, el ideal de ser buena persona tiende a trascender todas las esferas sociales. Tiene que prevalecer el orden del bien y la bondad amén de reinar. Entre más se acerca la navidad, más bueno deberí­a de ser uno. Los medios de comunicación, prestos a la propaganda de la monarquí­a de la benevolencia, por naturaleza, se enfocan en las buenas virtudes a la que la gente aspira. El ideal es ser apacible y sin ningún mal que emane en tu ser o que manche las buenas intenciones que se le otorga al ente sueco durante las fechas decembrinas. Todos son gente de bien y nadie podrá erradicar la mansedumbre que ilumina el paso del sueco hacia las fiestas decembrinas. Algo así­ como cuando los católicos ingieren la hostia consagrada. Se creen santos, sin manchas, puros, como después de una buena confesión y quién sabe cuántos padresnuestros o avesmarias habra que decir, el chiste es que después del la uniata todos quedan más blancos que el Espí­ritu Santo mismo.

No hace falta hacer referencia a patrones culturales pero baste con decir que todo tipo de profesión se presta a este tipo de propaganda, inclusive la policí­a. Ellos salen en los medios sociales hoy en dí­a. Te cuentan sus historias personales de cómo han vivido terrores de gente tan vil y mala durante sus llamados durante las épocas navideñas que no tienen otra opción que desear que a otros no les pase lo mismo. Se comprende. En mi paí­s desean eso mismo. Policí­as que deseen un buen orden. Sin embargo, solo existen ojetes. Esos policí­as que solo piensan en el poco salario que les toca, y que sin pensar dos veces, voltean la cabeza al crimen porque el crimen les da para satisfacer las necesidades que el gobierno, que supuestamente les otorga el derecho de preservar un orden ficticio, simplemente no les brinda recursos para poder resguardar lo que en teorí­a se desea.

Pero venga, dejemos lo cáustico por un lado. La plebe se comporta como si cada uno de ellos fuesen los más buenos del planeta. Santaclós whatnot. O sea, aquí­ en este mundo terrenal escandinavo no existe Dios, ni Jesús. Solo Santa Clós. El quién tiene el don de repartir buenos regalos a la gente que ha sido buena. A pesar de la propaganda de la benevolencia, ocurren cosas malas. Lo paradójico es que se espera que la gente salga a flote como un resto de tsunami en otra costa lejos de donde se originó. Así­ como cuando uno confiesa sus pecados en el confesonario. Poncio Pilato llega a mente.

Todos participan en esta orgí­a de buenas voluntades o nos engañamos en ello. Queremos ser lo que nuestros medios propagandí­sticos nos quieren hacer creer. La aura imaginarí­a es una tradición imprescindible no ya porque así­ se ha hecho por muchos años sino porque se mantiene el orden de paz.

 

Sfinx de Falkenland, Christine

Sfinx -Christine Falkenland

Sfinx
Wahlstrí¶m & Widstrand
ISBN 978-91-46-22103-6

He leí­do mi segundo  libro de una autora que me ha cautivado la imaginación. Se llama Falkenland, Christine. El libro se titula Sfinx, 2011.

Me ha gustado el librito. Tení­a muchas ganas de leer en sueco y me pesa mucho encontrar literatura sueca que me agrade. Son muy pocos los autores que pueden lograr la proeza de robarme mi atención, Falkenland es una de esas autoras inolvidables.

El librito trata sobre el tema de los celos. Acá en Suecia miran a los celos como un mal, a la par de un cáncer.  De hecho es un mal renombrado que hasta los monarcas tienen que cuidarse de ello. Para el sueco, la envidia y los celos se debe evitar a toda costa y en realidad no es deseada en ninguna expresión y por lo tanto, el que siente celos, debe tener un mal de ojo que nadie quiere desear ni ser la victima del blanco al que los celos se dirigen. Se les hace pesado y ni cómo tratarle más que como una desgracia familiar. Si comparamos con nuestra cultura, la cultura latina, los celos deben de expresarse ya que si los celos no expresan es que algo anda mal. Aquí­ habrá que recalcar que eso de sentir celos en una relación, en moderada medida, es saludable para las parejas ya que para muchos, los celos expresan esa dicha para el ente latino de que se les querido con fervor. Sin embargo, si los celos se expresan sin medida, la bestia de los celos recae en un mal cuyos resultados son pocos deseosos. Supuestamente, los latinos sabremos de moderar nuestras emociones un poco más mejor. No quiero pintar al ente nórdico como un ente que no sabe controlar sus emociones sino que simplemente, para el ente nórdico, los celos no se les modera, se les rechaza, punto y aparte y es que ellos creen que es injusto que estando en una relación, tal cosa pueda suceder, la confianza y la fidelidad no dan campo para ello, y así­ pues.

Ahora, el libro. Desde un punto de vista psicológico, la autora elige una narradora totalmente omnisciente de sus actos. Con omnisciente me refiero a que la autora de las misivas a Claire está consciente de lo que ella sufre no es moralmente bueno. Se trata de una mujer torturada por los años, los recuerdos y la obsesión por querer ser la mujer de su exmarido y la proyección de sus deseos hacia ella. Se le podrí­a clasificar como una persona con un trastorno de personalidad que varia desde la compulsión hasta la personalidad histriónica, o sea, su comportamiento abarca la gama del llamado Grupo B de trastornos de personalidades. Y eso lo digo con los pocos estudios que he tenido de psicologí­a y como amateur de esa rama de ciencias. Aquí­ lo que importa no es verla bajo esa óptica pues serí­a delimitar a la narradora de las misisvas, sino que habrá que ver cómo es que un ser humano batalla  para librarse de uno mismo y los deseos oscuros del cuerpo humano.

Ella es pobre y batalla tanto como poder darle una buena vida económica a su hija como para poder tener una buena estima de si misma. Por eso mismo, no tanto emocionalmente, sino económicamente,  la envidia de lo que la nueva pareja de su exmarido tiene acarrea una buena parte de la narrativa y forma buena parte de los actos que ella quiere hacer y decirle a Claire, el nombre de la nueva esposa de su exmarido. El libro está escrito en forma de diario personal.

Durante todo el desarrollo de la narrativa el nombre de Claire aparece en las entradas de cada nueva misiva que la exesposa le manda a la nueva esposa del exmarido el cual se llama Felix. Esto tiende a causar un poco de hipnotismo que causa la sensación de mantra, se repite una y otra vez en todo lo que tiene que decirle a Claire, sus secretos y los deseos que siente, lo que quiere hacer y proyectar con su obsesión de ser ella la que deberí­a de ser Claire y no ella, o sea, Claire. En realidad, nunca se sabe si las mentades cartas llegaron algún dí­a a su destinario.

Me gustó mucho la lectura porque comprendo la obsesión del amor al que la narradora se refiere. Tengo sangre latina y ello me hace un tanto conocedor de alguna obsesión u otra. Por ello, me causa un poco de risa la recepción critica que le dieron los periódicos suecos. A la pobre exesposa no me la bajan de ser una vil stalker y la envidia y los celos son emociones endemoniadas que no caben en las personas sensatas y ¡dios mio! que apunto estaba de cometer un crimen al acercarse tan de cerca a las propiedades privadas de su exmarido. Como que los suecos no entienden estas cuestiones de las pasiones o dejarse arrastrar por el incontrolable deseo de obtener lo inobtenible ya que siempre y acabo mientras en las paí­ses de raí­z latina contienen legislación para actos o crí­menes de pasión en Suecia eso es una barbarie insoportable de tolerar. Dejarse llevar por las emociones, Dios mí­o, ¿cómo?

Por suerte, Falkenland deja que la narradora tenga un poco de cordura, su antihéroe es una mujer que si bien se deja llevar por sus pensamientos y las emociones asociadas con su obsesión, sabe también delimitar sus actos y todo queda en una conjetura banal y en un figmento de la imaginación que nunca logra llevar acabo esa travesí­a entre el delirio mental y la realidad.

 

 

Lombriz

Som barn kommer jag ihí¥g hur jag í¥t jorddubbs lí¤ppstift smink. Du vet, den som man sí¤tter pí¥ lí¤pparna. Kommer i en lite fyrkantig burk. Jag mí¥ste ha varit inte mer í¤n 5. Dí¤r var jag. Vad det smakade.

Little did I know that what I ate was poison. Not meant for me off course, but for the worms in my belly. Intestinal worm. Parasites that lived of my body. Intestinal worms, round worms, tapeworms and toxacara worms, the lot was excreted from my system the moment that I downed that tasty chemical my caretakers used to atract boys with. Make up will always be a sincere part of me.

No sé porqué recuerdo todo esto. Recuerdo con sincera claridad que consumí­ el mentado unto para los labios y recuerdo con singularidad precisa cómo es que mis cuidadores reaccionarón al ver las lombrices en la bacina en que nosotros los niños soliamos usar para excrementar.

Y murieron. I believe they did not know who defecated the worms. I skam lí¥tsades jag att det var inte jag som bajsade skiten.

Sí¥ fue it.

En este pueblo

El dí­a no está tan gacho. Sí­, está nublado, pero no está grisáceo. Los copos de nieve que caen en otrora estación del año serí­a una ligera llovizna. No hace viento y los copos caen por su propio peso y no requieren de mucho viento para deslizarse por los caprichos del aire que les toca usar como tabla para surfear su descendencia. Hasta parece que eligen en donde caer. De hecho me sorprende cuando por algún ligero impulso de un céfiro gélido terminan en el balcón de mi departamento. Bienvenidos. Tuve que salir al pueblo. Es el último dí­a que el monopolio de la licorerí­a tiene abierto y se avecinan unos dí­as de ley seca. Dí­as de soledad. Saqué la bicicleta y me puse ropa adecuada, este invierno no juego con el frí­o nórdico sino que le doy todos mis respetos, he invertido un buen de dinero en ropa para no enfriarme. Acá, los suecos tienen el dicho de que en Suecia no existen los malos climas sino solo mala ropa. Después de 15 años por estos lares caigo en cuenta de la industria que se dedica exclusivamente a trabajar el concepto de ropa térmica. Hecha en China claro, cara por supuesto. No hay que desestimar los derechos de autor ni el labor intelectual detrás de las investigaciones y ni como ignorar la labor barata de los chinos para hacerse rico a costa de una buena idea. Ese es nuestro mundo. Por igual mis mejillas se congelaron un poco y mientras escribo esto aún siento cómo es que se están desentumiendo del aire gélido que rosó mi cara camino en bicicleta a N-.

No pensé que iba a ver tanta gente como lo hay en estos minutos. No me gusta el gentí­o. Por lo menos aquí­ en este pueblo no. La gente de por aquí­ no puede verse a si misma y mucho menos a los inmigrantes que la habitan. Es un pueblo pequeño, de 17 mil habitantes. Todos parecen conocerse a todos y nadie quiere saber de nadie. No es como en las ciudades grandes que si uno se encuentra a alguien es el alarde de la calle. Aquí­ es fácil dar con todos en el mismo sitio y eso lo hace pesado, por lo general la gente evita saludarte, esa es una de esas caracterí­sticas que yo y otros miles de inmigrantes han escrito o comentado sin hacerle mello a la población como para hacerles ver que la gente reacciona hacia ello de manera rara.

Si fuere otro no me molestarí­a ir solo o que me vieren solo pero ver a la gente con sus familias y amigos me hace la vida de cuadritos y me recuerda todo aquello que yo no tengo. No hace falta mencionar que la narrativa del subconsciente luego luego se torna en una corriente de miles de especulaciones siempre y cuando nadie quiere saber nada de nadie y uno camina por las calles del pueblo, adaptado a la costumbre de ignorarnos los unos a los otros, como si uno fuera más bien un viento visible que empuja a la gente como a los copos de nieve antes mencionados.

Pero me doy cuenta que este pueblo simplemente no permite a personas como yo y las ahuyenta con su comportamiento. Es un pueblo de amigos, familias, conocidos  y no uno para gente que vive sola, emigrada. A nadie le importa nada en realidad. Las conjunciones, conjeturas o ideas que me forme yo solo a mi paso mientras ando de compras en realidad quizá nada tengan que ver con lo que ocurre a mi realidad. No tienen merito en otras palabras. Ni las dejo tener merito pero bien que hacen un cóctel de emociones que culminan en una reacción quí­mica triste y sórdida. Consigo lograr convencerme de hacer caso omiso de ese tipo de pendejadas. Aclaremos algo, no dejo que la realidad carcoma mi existencia pero reconozco que el pueblo no es para mi. El pueblo son los limones y de ello hago limonada dulce. Según mis propias conclusiones lo ideal serí­a estar en un pueblo que me permita andar en el anonimato sin que nadie sepa nada de mi para poder caminar a mis anchas sin la triste compañí­a que guardo por estos lares con Soledad. La sana conclusión es que todo está en mi cabeza y soy yo quién fabrica los mundos en que vivo aunque algunos mundos sí­ son reales mientras otros no lo son, por falta de pruebas más que nada. Y como no tengo con quién comparar notas pues chingueme yo solapas.

Quién sabe la verdad. Hay muchas cosas que hacen el dí­a insoportable pero a la misma vez hay bastantes beneficios en lo que vivo. Estudio y tengo tiempo para progresar a pesar del eterno mal que me aqueja y no solo hablo de la soledad sino de mi vicio personal con C2H5OH. Salir a  adelante, reformarme, seguir soñando, eso es lo que aprecio. Si es lo que único que me queda de mi xicanismo, o americanismo, pues venga, así­ sea.