Son las primeras horas de la mañana/
me levanto porque el ordenador se ha puesto a trabajar y sus ruidos me molestan pero no como para salir de las sábanas/
Me levanto un poco enfadado de tener que levantarme/
Afoco la mirada hacia la ventana y la luz está templada por las nubes pero como ya se nos acerca el solsticio del estío, la luz es particularmente resplandeciente y eso que no son ni las seis todavía/
Las losas de cemento que constituyen el patio del vecindario están empapadas y al recaer la luz del nuevo día sobre ellas se nota que el amanecer está fresco, de ese fresco que ves y te dan ganas de ponerte un suerticito pero a mí no, el silencio del cuarto en que me encuentra la vida me asegura consolándome al hacerme entender que estoy adentro de mi casa, agusto, y aún así, dan ganas de ir a sentir el friíto en la piel/
Se ve rico y el sabor de querer sentir el frío en mi piel me deja un sabor sabroso en el paladar y muchas ganas de verdad querer hacer lo que corre debajo de mi piel, el antojo de sentir la álgida acuosa del grisáceo nórdico de estos altiplanicies suecos sobre mi piel pero no lo hago, solo se me queda el deseo en el interior de mi boca, la saliva./