Hay sonidos que solo la soledad sabe de ellos. Como el ruido que mi refrigerador hace cuando todo estalla en silencio. O luces que nunca te imaginas que vislumbran tanto como la luz azul del standby de la tele o las bocinas de la computadora./
Luego los hay de la madrugada y la mañana. Los ruidos de una ciudad, como el constante zumbido de vehículos en transición, ya sea el tren, autos o fabricas calentando motores./
Pero nada de eso iguala al silencio, el fresco y el piar de los pájaros de los últimos de abril tiñados por la luz solar matutina bajo un cielo azul y las fuerzas de un nuevo día. Ese ruido ni se escucha pero estalla socavando los 5 sentidos. /