Cuando miro al cielo miro las estrellas y cuando cierro los ojos pienso en la infinidad de la nada. Me interpongo en el centro del universo mio, ese que no tiene gravedad; no existen puntos de atracción alguno, sólo estamos el Uno y yo. Escucho lo que hay que escuchar, si Descartes dijo I think therefore I am yo digo hazte a un lado pensar maldito, no me dejas escuchar la voz del omnisciente.
Es como la maldición de la carne, siempre presta a satisfacerse a sí sola mas el alma, esa, esa siempre espera un segundo para estar a solas con los suyos, los verdaderos suyos que odian ese aspecto efímero del orgasmo, de la satisfacción. Hedonista hasta en lo espiritual me acusó mi amante carnal el otro día, esa, quién entiende cuando le digo que la peor maldad no es el diablo sino Dios mismo en sí. Ergo, estamos hechos a su imagen.
Religión, poema, poem