Los últimos destellos del estío
el sol los da al atardecer
en esta esquina nórdica
y el equinoccio
hace un juego de colores pastel
con los tristes decaidos
de las nubes
de la noche a punto de empezar
pero
alumbra
fuegos vivos
en las hojas del arce
que limón verdes
que rojos
que amarillos
vislumbran un marrón marchitado.
Las calles mojadas
el aire empapado
secan el ambiente
templan las ánimas
y solo queda
observar
el cambio de la hora
aguardar el minuto
de las estrellas
y el recuento de nuevo.