génesis 2:7

Entré: al recibir las primeras luces de la oscuridad, se rompió el silencio del dí­a.

Impregnado del humor de la gente, me agarró con su mano; el olor de su voz penetró mis poros, letra por letra, sentí­ la vibración vocal de sus frases sacudiendome la razón, mas yo razón alguna no dí­, seguí­ en la penumbra por libre albedrí­o mientrás mis ojos atentos escuchaban sus labios moverse.

Sentí­a aún el impulso de su voz haciendo eco por las arterias sin sangre de mi cuerpo cuando salí­ de la fantasí­a que es tenerle de cerca.

Su aliento sopló ese humor ajeno que traí­a y le dije: pide un deseo.

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