Yonder Lies It

Sugar

Mis memorias son vagas, nublosas y no sé si es el sentimiento o la alegrí­a que siento que existe en el recuerdo de ello lo que dibuja mi memoria, quizá ambas, fue hace tanto tiempo ya. Lo veí­amos de lejos venir con su carroza. A ser fiel desconfio de la veracidad de los detalles pero la luchita le hago. ¿Marrón? ¿de madera? Sí­, parece ser ese el color. Un señor chonchito, bonachón, gíüero, de gorrita, con pantalones khaki, quizá.
– ¡Frutas!

Es cuando me alcanzo a ver en esa memoria, de verlo, corriendo, feliz. Es una vecindad, común, con cuartos de renta, al que los rentaba le temiamos porque hasta una trampa le imaginamos para desquitarnos de él, iba a ser un hoyo con agua para que se enlodará toditito. Jajaja, bien complot, las risas, la alegrí­a de los niños. Calle 3ra, entre Negrete y Ocampo. Iba de seguro porque sabí­a que habí­a gente que compraba ahí­, habí­a niños y niñas, muchos, eramos bastantes, con doñas, lavando ropa alrededor de un árbol, Tijuana, circa 1972, recuerdo que me sentí­a a la moda porque una vez mi tí­a, la del Otro Lado, me trajo unos bell bottom pantalones, a la vez, se me vienen memorias de locales tapizados con cartones de huevo, de esos de dos docenas, me llevaron las hijas de la niñera. Hippies, cantando, quién sabe qué, después descubrí­ un poster en la casa, Three Dog Night. Cómo recuerdo esas letras en inglés es otro misterio. También habí­a un árbol de ciruela al que le tirabamos piedras para bajarle la frutilla, hmmm. La vecindad.

Traí­a muchas. El manjar más anseado, de cáscara rojiza, amarilla. Mangos, esa era la codicia viva, mangos en su punto. Sus jugos corren ya por mis dedos, por mi boca. De seguro traí­a más cosas, cocos quizá, jí­cama sin duda, melon verde, piñas, papaya, pérsimos, sandí­as por igual.

Realmente no recuerdo la última vez que vi a ese señor o si pensé que esa serí­a mi última vez en verlo, simplemente, tengo ese recuerdo de él, después a parar al frutero en la calle. Los hay de a montones por la ciudad, aún los hay, son un vivo ejemplo de una tradición muy tijuanense. Caminan con sus carritos por doquier, vendiendo fruta fresca, ni gritan ya, sólo caminan, la gente los detiene. Un pedazo de jí­cama con chile y limón por favor. Sandí­a para mi, con harto chile, sal y limón. Un agua fresca, de tamarindo please…. A slice of piña. Ver cortar el limón en dos y las gotas se vuelven un aguadero en la boca….Antojo.

Las hay en abundancia. Muchos años más después un plato de frutas con cottage cheese, miel, pasas y canela fue otra de mis favoritas, los comí­a cada que podí­a.

Frutas.

Veo en mi casa las mias, las mismas tristes de siempre, aquí­ los suecos le tienen un amor rutinario a las frutas, plátanos, manzanas, peras, o naranjas y si anda uno sintiendose exótico pues un kiwi. De vez en cuando aparece una sandí­a aquí­ en la casa, hay fiesta y las memorias no se hacen esperar, guerrita de metrallita, pa,pa,pa,pa y salen las semillas de la boca a mil por uno.


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