Este año no resultó para la lectura.
No en el sentido que yo quisiera. Quisiese que la situación fuese otra pero no.
Tengo varios libros mal empezados y uno que me cautiva la mente al subirme al bus en el que viajo entre mi casa y el trabajo.
Se trata de un obsequio que recibí de parte de la regiomontana de pura cepa Dulce María González. Me llegaron dos libros de su repertorio.
Me había ofrecido anteriormente mandármelos sin pe ni pa pero como sufro de un mal llamado antisocialismo en mojo norteño bajo flamas extranjeras lo que me hace rechazar la humanidad de manera chocante no pude aceptar un gesto hispano sin reglas a mi modo y le propuse un cambalache. Yo aceptaría su regalo a cambio de un regalo de mi parte. Creo que me la agandalle en el trueque.
Le mandé un toalla de cocina con un motif sueco y un librillo de Edgar Allan Poe The Golden Bug que hasta la fecha recuerdo con gran dolor.
Mas como digo, valió la pena. Empecé con el libro con el que Dulce María como persona entró a mi vida vía el blog: Mercedes Luminosa.
Lo leo entre viajes. No sé si sea adecuado hacerlo así pero ahí me tienen, leyendo un libro que me causa lástima entre un bosque, un pueblo y una dizque ciudad en un bus de lunes a viernes.
Lástima porque siempre me da coraje dar con volúmenes mexicanos cuyo tiraje es una baba de perico siendo que los mensajes de los libros deberían de igualar más de la mitad de nuestra población, pero no, la cultura en México, y mucho más las letras, son sometidas al olvido, al nihilismo o a la planca de un vortex que amenaza un sueño eterno. Y al parecer no soy el único en darme cuenta de esto.
Para empezar Mercedes no es una mujer moderna, es ultra moderna, hay demasiada libertad femenina que no cabe en un México actual, es la mujer del futuro, lo que debería de ser más aún está por ser.
Me gustó mucho la palabra luminosa en el título porque eso me hizo recordar el día en que vi a mi hija nacer, en un momento de libre asociación, veo esa luz que da vida y ante la cual sucumbí en un llanto incontrolable, inesperado.
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El lenguaje en el libro cubre muy bien la región de ’on salió Mercedes. Detecto un argot común al Southwest gringo aka Norte mexicano. Hasta la fecha sólo he leído un aztequismo en la lectura. Y una persistente frase idiomática de relevancia al text: A mercedes le cae el veinte. Esta frase es interesante por sus connotaciones a un viejo instrumento musical: la rocola. O maquinas que aceptan monedas a cambio de un servicio. Mas a mí me gustó más la idea de la rocola. Aunque cuando a Mercedes le cae el veinte eso quiere decir más bien tardanza en percatarse de lo que ocurre u ocurrió.
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Los hombres de Mercedes son objectos de impacto o objetos para usarse o objetos para comparar. Creo que mucha de la miseria de Mercedes se debe a sus hombres y a no ser por ellos su vida sería menos miserable, de hecho, hay hombres que no le llegan ni a los talones.
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Me gustaría decir que esto es literatura femenina pero hay grados en que la lectura alcanza etapas andróginas que envuelven en un abrazo la humanidad de todos.