Yonder Lies It

Losing my religion

Sé que se me considera ateo. Como no participo en el exégesis del virus judeo-cristiano que bien domina la mente del occidental pues ahí­ que para ellos sea un ateo. Eso les hace la vida más fácil. No es que no crea en la deidad que ellos tanto adoran. Adoré esa misma deidad por muchos años y desenredarme de la maraña del sistema cristiano no fue una decisión de la noche a la mañana. De hecho hay dí­as que me veo hablando con él. Y confieso que mucho del sistema ético que rodea nuestra sociedad, sea en Suecia o Tijuana, está prácticamente bajo la influencia de dicho sistema. El compás moral de mi vida es sin duda aún impulsado por el magnetismo bí­blico. He perdido varias amistades valiosas que antes de saber que no creo en ese sistema eran candidatos aptos para un buen sinfin de suculentas conversaciones. Ahora que saben que no participo en el exégesis de su religión toman distancia de mi.

Y es que para mí­ el eje central de la vida es el humano. Hay varios que se molestan ante esto. Como si Copernicus de repente les dijese, la tierra no es el centro del universo, pero a menos escala por supuesto.

He sido Católico, qué va, sigo siéndolo por eso de la costumbre de persignar a mis hijas antes de irse a la escuela. No sé ni por qué lo hago, quizá sea por la misma razón que les digo a mis estudiantes de que no creo en la biblia o las sectas que normalmente se ocupan de seguir al pie de la letra lo que ahí­ se dice pero que ellos no deberí­an de decir ligeramente que no son cristianos, ya que a mí­ me tomó muchos años decir que no soy cristiano. En el fondo, siempre he creí­do que todo joven deberí­a de gozar de un buen fundamento religioso. Así­ mismo he participado en mmiles de ceremonias católicas y me sorprendió mucho que la biblia católica tuviese más libros que la protestante.

He sido protestante también. Fui bautizado, de los llamados Nacidos de Nuevo. Pero la transformación no tuvo grandes impactos en mi. Como tijuanense uno ya lleva ciertas costumbres protestantes inculcadas en uno. Sin embargo, sí­ me dí­ cuenta de las diferencias entre las religiones. La más obvia siendo esa de la adoración de objetos y la adquisición de la predeterminación. Por muchos años sentí­a en mi un destino predeterminado. Parte del paquete norteamericano que uno trae consigo al nacer como los niños mexicanos que nacen con su torta bajo el brazo.

El hecho es que por lo regular me abstengo de nombrar las deidades de la biblia en general. Pero si hago todo lo demás. Con eso del todo me refiero a que oro pero a la deidad judeo-cristiana sino al Uno.

Un argumento que tení­a antes es que rechazar la religión judeo-crisitana era lo más natural para un norteamericano. Después del todo, según mi super nativo ego me inducí­a a creer, esa religión no es ni siquiera del continente americano. Le es ajena, de hecho. Pero mis detractores pronto le buscaban debilidades al argumento. Este pensamiento no es nada nuevo, muchos adoptan una postura ante las religiones que habí­a antes del que el cristianismo llegará con sus caballos apocalí­pticos a tierras americanas. Mas estas posturas pronto son relegadas al pensamiento New Age que de nueva era no tiene ni pizque ya que muchas de esas creencias se basan, en practica, en las viejas costumbres de los indí­genas norteamericanos.

¿Y creo hoy?

No creo en mucho. Creo en está vida, sé que algún dí­a moriré y se acabó. Entretengo, como todos los seres humanos supongo, pensamientos de cómo será la vida después de esta si en todo caso lo habrá. Soy amante de lo ordinario, de lo cotidiano y mi religión está reducida de la manera más espartana que puede existir, y estos pensamientos tienen su fundamento en las doctrinas de Plotino, un filósofo griego que impactó a muchos de los autores norteamericanos que hasta la fecha admiro mucho. Confieso que hablo con una deidad de la que que poco conozco pero que sé de alguna forma existe. Es el balance.

Y nada más porque me comunico con una deidad ajena al de la religión judeo-cristiana no quiere decir que no los conozca o que los rechace. De hecho respeto mucho el hecho de que ellos existen en ese nivel de sus vidas. Y sé que sé más que ellos sobre su propia religión porque mantengo una mente abierta a la historia de esa religión pues me fascina mucho ese mundo, pero para mí­, ese mundo no existe ya. De hecho, considero que el cristianismo es un virus que más mal hace hoy en dí­a que ni en el pasado y eso es decir mucho. Recordemos que los practicantes de esa fe han destruido mundos enteros queriendo hacer bien y miles de miles de personas se pasado por lobos vestidos de corderos.

– continuará –


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