Yonder Lies It

Erika Mergruen : El Osario

El Osario de Erika Mergruen (2001 Ediciones del Lirio) tuve que ir a leerlo al cementerio aquí­ en Suecia en pleno Sol de Medianoche, francamente no me salí­a inspiración adecuada para el entendimiento de este libro de poesí­a de Mergruen la quién graciosamente me obsequió su libro de poesí­a durante mi estancia en la capital de Los Estados Unidos Mexicanos en el mes de Abril 2004.

Lo primero que hizo este poemario fue recordarme al Yermo (Wasteland) de T.S Eliot: ”I think we are in rat’s alley, Where the dead man lost their bones”. Con Mergruen el afán de describir un lento proceso de descomposición es puesto a nuestra simpatia como argumento fenomenológico de lo que Georges Bataille dice ignoramos, lo feo y sucio de la muerte además de exponernos a ver el purgatorio de las almas en pena que resistimos notar a nuestro alrededor. Su poemario nos recuerda también al Dialogo de los Muertos de Luciano de Samosata y demanda/lamenta aquello que alguna vez fue y cuyos eventos adquieren vida con sus letras al en efecto recordarnos las viejas tradiciones, desde la Doncella de Hierro de Nuremberg quién es muda testigo de la historia hasta las costumbres que la gente va perdiendo en A la balada de los Ahorcados:

la gente ya no se vuelve
ni se persigna

Este poemario esta lleno de una espiritualidad ajena a la dogma del dí­a, es una espiritualidad al reves que hace reflexionar sobre los aspectos que hay después que la vida pasa y como se van alejando de nosotros poco a poco dejando la nostalgia como unico medio para comunicarnos con esos seres del pasado pero también es una especie de diálogo entre el recuerdo y el presente, lo sierpe que nos retuerce el cotidiano, el muñon de lo occiso, como en Romance del Dulce Jack:

a saborí«ar el beso
de la muerte azul que observa
tras el filo de acero

Es una poesí­a que demanda visualización y que forza una nueva metáfora a la vida, por ejemplo en Doncella de Hierro de Nuremberg “verde la carne muerta” nos refiere al metal de la estatua y el paso del tiempo y la exposición a los elementos; por igual nos da una estatua cuyo ser tiene propiedades humanas como cuando dice “vientre hueco”. El efecto no se hace esperar, el diálogo demanda, ¿A qué se refiere el poema? ¿A qué alude? ¿Qué nueva vida dará ese vientre?

En lo particular me gusta como las imágenes de lo inerte adquieren vida, como si fuese una voz como la que se haya en Ezequiel 37:1-10.

por Julio César Martí­nez


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