El día que descubrí la diferencia entre los católicos y los protestantes fue cuando leí a Max Weber hace ya años, en California. El libro lleva por título, en alemán, Die protestantische Ethik und der Geist des Kapitalismus. Weber es un sociólogo que escribió muchos libros pero solo uno me abrió los ojos para poder entender a mis copaisanos estadounidenses de extracción anglosajona. Fueron unas cuantas líneas. En esas líneas aprendí sobre un comportamiento que transpira por todo el mundo protestante. Esta costumbre es la de sacarle utilidad a una cosa y darle valor a esta última tanto y cuando la utilidad del valor genere producción para un propósito superior. Ya cumplida la utilidad y su utilidad acabada, el valor de está última cesa de tener valor productivo y se hace a un lado siempre y cuando el valor disminuido de la utilidad impide que lo productivo genere producción. Ya explotada la utilidad, se deshecha y se hace a un lado ya sea con delicadez, siendo la cuestión en mano, una persona de carne viva o con menos delicadez siendo esta no humana.
Para mí, comprender esto me abrió los ojos mucho. Y hasta hoy en día me sorprende ver cómo es que estas maneras de ser, costumbres de un pueblo pues, giran en el devenir del día y las reuniones de las plebadas. Un caso muy extremo que me tocó ver en la televisión sueca es la de un doctor de tercera edad avanzada, llorando, quejándose, de que ya nadie se acordaba de él. Su lamento era basado en que antes era útil, que hoy ya no lo era, y por ende, su aislamiento social, ya nadie sabía nada de lo que algún día hizo él. Era pues esa carencia, de ser necesitado para algo o ser apreciado por lo que alguna vez fue, de querer sacarle un valor a algo ya inexistente lo que se manipulaba y la televisión sueca aprovechó lo último con una canción de fondo apropiado a la emoción. La sociedad sueca ya no le importó más al doctor.
Comento esto porque llevo años trabajando para una escuela en medio de lo que me gusta llamar como in partibus infidelium y me ha tocado ver cuantiosas despedidas de empleados que se retiran de la vida laboral por cuestiones de jubilación. Lo comento porque no deja de sorprenderme cómo es que toda una vida laboral se ve reducida a decir unas cuantas palabras de despididas, expresiones de gratitud porque es impensable derrochar emociones de ingratitud en esos eventos (es improductivo) y un ramillete de flores cuyo simbolismo es en realidad un símbolo de clases sociales dentro del mundo escolar puesto que los profesores reciben un ramillete mientras que los de más rango autoritario suelen recibir bouquets más representativos a su rango.
En fin, eso.