Gracia.
Ordet Gracia.
The word Gracia has never adquiered, in the English language, the significance Ritchie Valens gave it. Gracia.
He knew. We knew. You know. I Knew- I know. And so it was.
by a tijuanense xicano: identity, religion, a dab of politics & wads literature @ 2¢ a pop – exegete at large
Gracia.
Ordet Gracia.
The word Gracia has never adquiered, in the English language, the significance Ritchie Valens gave it. Gracia.
He knew. We knew. You know. I Knew- I know. And so it was.
Una de esas constantes que recurren a mi consciente es el deseo del Eterno Retorno. Anhelo con toda mi alma regresar de ’on soy oriundo. Día tras día deseo no estar aquí. Esta posición ideológica impregna, empapa el día de tal manera que no logro disfrutar la vida que vivo. Muy al contrario, amarga cada segundo que piso el terráqueo nórdico. Veo enemigos al acecho y me rió en el interior de su supuesta superioridad y a carcajadas confronto lo que no pueden ver enfrente de sus propias narices: el elixir de dominación que se chingan a diario no es mejor que el tequila que bebo a diario para poder aguantarlos un poco, un día más.
*
Vivir los últimos suspiros de juventud no es mejor que el oxigeno que se le presta a un ser a punto de expirar su último aliento. ¿De qué sirve sentirse joven a los 40? Es un juego del demonio escrito desde los últimos confines del universo. No me entiendo ni a mi mismo a estas alturas de mi edad.
*
Escucho mucha música estos últimos. Y nada satisface. No existe la música que pueda interpretar el soundtrack de mi life. Uno que otro dirá que soy un tanto arrogante, pero no, desde que me dijeron que Depeche Mode nada más no cuadraba mi vida dejó de ser la misma. La fisura eterna que no entiende de consolaciónes.
*
Escuchó a Tom Sayer de Rush. La memoria que tengo de la rola es de un acto sexual en la Colonia Independencia de Tijuana. Es de parte de mi abuela, un sobrino de ella tiene un hijo que le gusta el arroz con popote. Su casa sirvió como refugio para lo siguiente. Se registro allá por 1985. Era un morro del Otro saite; le gustaba Rush de a madres. Y era una de esas relaciones familiares políticas que eran de esas de que era un conocido de un conocido nuestro. Se chingó a la hija de una prima hermana de mi tía amén de que la susodicha en esos entonces era casada ya. Y desde entonces nada mas no puedo escuchar Tom Sayer sin pensar en ellos. El pedo es que preste oreja para el relato. Maldita sea, otro de esos trucos del chamuco.
*
Dios mio, a qué ha llegado la vida. De Joy Division tengo de conocer lo que sería menos de los dedos de mi mano. No crecí con esas pendejadas. Recuerdo mis incursiones al New Wave, al Punk en la tienda de Luis, de la calle Diez, terreno sagrado para el movimiento punk de Tj, y solo recuerdo a Siouxsie, si acaso algún despistado Addict fan y un Not Yet fan en mi radar. Joy Division registró tarde en mi radar como lo sería The Smiths, Southern Death Cult etc et al. Y el hondo resentir de haberme perdido algo grande marco a mi generación. Y cómo explicar Control a un montón de alumnos que creen que porque soy de Tijuana, teenager de los 80’s, sé de primera mano lo que pasó en una era que nunca fue mia.
*
rats.
La suave tela de la brisa
cubrió mi vista –
al mirar boca arriba
entrever
las nubes y el cielo azul
.dejaba correr la calma.
Comprendí la calor de la tierra
el vapor que este emanaba
.
Vi el sol albo de Septiembre
,
iluminar mi horizonte escandinavo-
’
mientras
la burra recorría su rutina
diaria
cosa cotidiana, de todos los días, ir y venir.
í¿ la brisa, nos seguía a las 7am.
supe hoy
al ver las hojas
de un árbol
caer, caidas, regadas en el pavimento, la acera
que ya aquí estabas pintando de marrón ”amarillo” mi camino.
Por la noche los relámpagos
alumbraban
el estremecer;
prendió
el cielo plata
¡segundos
inmortales!
cual pasos
en cámara lenta
ante mis ojos
tu inmensa grandeza
recorrían
cerraban
las cortinas
del
río
Argénteo
en mis iris.
Acá en Suecia la mierda no es cuestión de escándalo como lo sería en México. Especialmente en estás áreas de los altiplanicies. De hecho creo que es una de esas costumbres que cubren varios kilómetros a la redonda. Lo digo porque por acá me llegó no hace mucho una historia a mis oídos que resumen en unas cuantas palabras el comportamiento de toda una raza o cultura. Lo peor de todo es que al terminar de escuchar la historia mis compañeros de copas o cervezas en este caso, asintieron con la cabeza como si hubieren escuchado una verdad imposible de rechazar y era nada más de realizar cuán cierto todo ello significaba para la vida efímera terrestre nuestra. Según, lo que yo considero las malas lenguas de por acá, pero para el nativo local nada menos que una de esas historias como uno escucharía las mañas de los de Rosarito o Tecate, los alemanes al terminar de defecar miran la consistencia de su propio excremento para así poder especular un poco sobre la salud de uno.
Aún recuerdo cómo me espantó ver la jiña de ciertos animales en el bosque cuando mis hijas y yo deambulábamos por los campos de estas tierras. Dios mío, pero qué asco, alejaos de ahí palpitares de mi corazón. Les inculqué, de manera inocente, odiar toda especie de mierda pero la cultura me agandalló, mis hijas, al paso del tiempo, se hicieron expertas en decirme qué especie de mierda era la que nos encontrábamos en el camino y hasta la especie de animal que defecó de manera salvaje en medio de nuestro paso para marcar territorio de alguna manera.
Yo todavía le tengo asco a la mierda. Aún no impongo esa mentalidad despreocupada de hablar de mierda como uno hablaría del color de las rosas o de flores exóticas. Comprendo que es para mi detrimento pero hay costumbres que la gente no puede ni debe de alguna manera abandonar, ¿qué tal si regreso a Tijuana algún día y de repente se me ocurre hablar de la consistencia de mi mierda como tema casual? No way José.
Lo peor de todo es que acá no les da pena ni decir que van a ir a jiñar, para nada, es como si fuere a ir de compras, de repente out of the blue sky te anuncian que tienen ganas de cagar. What the fuck? No, y no hablemos de comida porque luego luego salen las salchichas al show. Les da una risa tremenda cada vez que hablan de un bajskorv [cerote]. No hay respeto para la comida que, venga, todos sabemos tendrá que terminar que ser parte del proceso. Pero por el amor de dios, de solo escribirlo se me revuelven las tripas.
Lo curioso de todo el espectáculo cultural que me quemó de harina y huesín es que hay una hermosa poesía en todo esto. Lo malo es que no sé ni cómo empezar a digerir todo el rollo.
Qué tristeza causa ver el deterioro de la obra de Jesús Blancornelas, o como alguno que otro lo bautizó como [Jesus Blan-cornelas] en referencia a la familia Corleone de la novela de Mario Puzo, en esta era del internet, tan lejos de mi tierra natal. En Tijuana el periodismo siempre ha significado algo y de Blancornelas sé que tuvo que ver algo en nuestra Baja California.
Es causa de poca pena ajena ver cómo es que Blancornelas apostó todo al PAN sólo para ver el poco mello que causó en la vida mexicana una idea cuya prensa adopto como bandera ”libre como el viento” en un país que no sabe ni lo que el mercado libre significa.
Tristeza embarga mi alma las horas de este hoy saber como las convicciones no sirven para nada hoy en día. Las convicciones no tienen mayor circulación que un billete de Villa en Chihuahua.
Don Blancornelas de seguro si no en vida, turned over its own grave in life por lo que el PAN es en México.
Well slap me in the face and call me Aunt Jemina. En mi blog inglés obtuvé una reacción en un post que escribí el año del caldo. Se trata de Claes Andreasson quién dijo lo siguiente:
Julio,
I came across your name in Alejandro Madrid’s book “Nor-tec Rifa!,†found your blog, and read your (be it a few years old) posts on the difficulties of getting Swedes interested in Nortec Collective. I know the feeling. For at least the past year I have pitched story ideas both to American and Swedish public radio (I am Swedish but based in Los Angeles). In the U.S., Nortec has appeared (especially now with the new album) on various NPR stations and shows, but in Sweden few seem to even know who they are. I still have my hopes that one day, I will find the right show…
Aún recuerdo aquel comentario del PGBeas que me pedía la posibilidad de buscar gente que pudiese promover a Nortec en Suecia. En mi total ignorancia y muchas agallas y mi pobre sueco de aquel entonces procedí a buscar promotores pero nix. Nada y pues eso.
Ahora resulta que el pobre resultado terminó siendo parte de un libro del cual naiden me dijo que iba a ser parte involuntaria de él. Aquí no le hacemos el feo a la publicidad y muy al contrario de la filosofía del viejo TJBF que se ufanaba del shameless self promotion no vamos a soltar berrinches del porqué no me pidieron permiso como algunas niñas, ustedes saben bien cuales, de que se me consultara. Nada, pero por lo menos hubieren avisado jode, si aquí se es pediche es solo para que el Ego se infle un poco, jo’er pues xente 😉
Jamás en mi vida creí poder ser parte del index de un libro, sniff y heme en Nortec Rifa!, creo que una roquita entró en mi ojo. Me siento inmortal, quizá es por eso que nadie me dijo nada porque todos sabían que nadie me iba poder aguantar, sniff, gracias anyways Alejandro Madrid.
I feel the power covering my body ….
As an American individual it is very hard for me to follow the We doctrine. Afterall, what is most rewarded in our American ens is the almighty I. Here in Sweden I have had to give in to the We collective. This hasn’t been easy at all. It is perhaps no wonder that it is no easy task to induce Swedish students to capitalize the I in their writing when they write i with a small consonant. In Sweden it is foreign to write I with a capital letter. That in itself should be obvious enough as a cultural clue.
I am a foreigner in We land. Even in México this We form of speaking was alien to me. And there it is as rampant as bunnies in the old prairie. I have unfortunately in the sly begun to use the We for propaganda purposes in my everyday life. I am a tad ashamed to admit this ill allocated use of the We form for personal gain. It pays dividends in the many whenever I use the plural in my everyday locutions, and I shame not for the positive yields I receive everytime I speak to people. People here in Sweden love the We form for a weird reason.
For an American who is encouraged to strap its boots by itself or romanticizes the loner in its everyday ens this collective thinking is akin to coming to a strange land.
Off course I have metaphorized the We consciousness into an issue of economics and I just could of easily turned into an issue of crossing borders and turned it into a borderlands speak but I feel economics bespeaks better my feelings now.
Stolen at mouse point from Tijuana/Beirut:
We come from a long line of wanderers. We believe that ideas must travel. We carry information with us across highlands, over mountains. We collect along the way as we skim oceans and dip into valleys or hide in forests. We barter and trade. We never horde. We carry what we can, losing bits and pieces along the way. we can’t take it all with us. We always leave something behind. People look down upon us. Say we have no roots, we are dangerous, we disrupt. We fill people’s minds with stories: lies and falsehoods. Without us they would know nothing of the world outside. We are not confused about our job. We do it willingly. We fill our eyes, ears, hearts — we stuff ourselves — with sights, sounds, emotions. We take it all in and leak out what we cannot hold. The rest we scatter along the way. Spread the word. Beauty. Love. Desire. Tears. Breath. This is how we do things. We find grace here. We are not afraid to wander. We know the way.
Do you see yerself?
Here in Sweden I have been put to a battery of mental hogwash unprecedented for me. Not only have I internalized angst as part of internal dish washing but also battle certain narratives that run through my ens. I tell you, you cannot underestimate the power of another culture. Though am still strong in my ens and basically still use my xicano ens as a daily means to fend off the encroaching milieu it is hard to ignore it.
Mental hygiene is what best can be called the series of thoughts I go through in order to just feel normal and well. What caught me completely off guard the past years was angst. I never suffered angst. But here the climate is fertile ground for it. There is no sun and I blame angst on lack of sun. Mind you I have no proof of it but since I am from Calido Forno their differences are quite palpable between the two places, Sweden and Califas proper. The amount of sadness that surrounds my environment is tectonic. I remember hearing an audio cassette by a Spanish writer from the better last years of the xx century last year. His name is Pedro Antonio de Alarcón. And the one short story that keeps rolling over my head is El Año en Spitzberg. In the short tale he recounts the adventures of a man held captive in the archipelago of Svalbard. He is sent there by the Russian authorities for committing a crime of passion. What most impacted me though was the process of solitude that slowly took over the man’s mental health. I felt every word as my very own.
But what gets me is the mental hogwash. I dwell on for days on minor stuff that just doesn’t make any sense at all. Regurgitation that takes a hold of a narrative on my head and it just takes for ever to realize that nothing is wrong and everything is ok. I don’t understand this part of the Swedish culture and even more so since I internalized this í¥ngst feature in me. But I can tell you one thing, its not making a home in me.
Lo de Don Héctor es otra historia, muy aparte, muy lejos de aquí y en otra realidad.
Nadie lo comprendió ni porque vivió en el pasaje más de 15 años.
Quizá porque no hablaba.
Las manos las tenía un tanto tatemadas, arrugadas, reflejaban superficies tan viejas como la Sierra Madre, especulaba la gente, debido al sol abrasador que se da en el Valle de la Muerte allá en Califas, Death Valley, picking cotton, en la pizca del algodón que alucinaba una vida de bracero.
Usaba un sombrero a la antigíüa, bien fifties, Fedora creo que le decían. Salía de su chante a las 8 a.m. todos los días y su destino era la panadería del Vasco.
Nos ganaba, a todos, las mejores tiras de birote recién salidos del horno, escogía con la mira como quien escoge verduras en el mercado, con suma delicadeza, cada birote. El panadero tenía buena opinión de Don Héctor pues ambos sabían lo que Don Héctor buscaba, consistencia en la forma del birote, ahí donde el horno agarra parejo y deja al birote en su punto.
Pagaba, decía la cajera, con sumas exactas, sin meter dos veces la mano al bolsillo de su pantalón Buffalo cuestión que una vez le fue causa de sorpresa ya que el precio del birote subió de dos pesos a tres y tostón de un día para otro y así, sin dar previó aviso pagó, como siempre, con moneda exacta, y al caer en la palma, tiznada con harina quemada, de la mano de la cajera, descubrió que fue en moneda de oro y al tipo de cambio del día en corriente.
Nadie, se rumoreaba, sabía de donde sacaba el dinero pues ni correo recibía mas era del pensar común entre los viejitos del pasaje que el gobierno gabacho le mandaba su chequésito cada mes. Otros, de los más curiosos y más atrevidos en dedicarle un pensamiento a los pasos del señor, decían que era dinero que tenía guardado en su casa.
Uno que otro malandrín de la vecindad planeó en voz alta atracos que jamás llegaron a llevarse acabo pues se corrió la voz que por altas horas de la noche provenientes del apartamento de Don Héctor no se oían los ecos de una aldaba retumbar por el pasaje ya lleno de silencio sino de varias y aparte, lo que de la imaginación salvaje de más de uno, aseguraban, se trataba del ruido de como cuando se cargan cartuchos en un cuerno de chivo.
De niños nos regalaba butterscotch dulces, envueltos en un plástico amarillo que hacía mucho ruido al abrirlo para el deleite de nuestro paladar, se nos hacía agua la boca na’más de querer abrirlos, siempre pensamos que era un hombre bueno nada más por eso a pesar de que lo único que recuerdo del ñor es la mirada.
Creo que era Doña Toyana la única persona con la que cruzaba palabra.
Buenos días, ¿cómo está?, ¿está mejor su pierna?, plática de gente mayor pues’n y así, cada mañana al regreso de la panadería daba la casualidad que Doña Toyana salía por su pan dulce que se echaba con su café, pa’ uno, casi al pie del alba, mientras daban la radionovela del Ojo de Vidrio en la RCN, justo a la hora de la vuelta de Don Héctor, asunto que no pasó desapercibido por varios vecinos y razón de uno que otro malpensar de la malas lenguas del tercer piso.
No fue hasta que cumplí los eighteen que supe que el ruquito era riata dura.
Me encontraba preocupado por la cartilla en aquellos entonces y al comentárselo un día de pason rosón mientras le ajeraba, acá bajita la mano, por unas cacharpillas para matar la cruda, me dijo, vete al Aguaje de la Tuna y diles que soy fulano de tal y ái voy, sin decir pío. Al mes tuve mi cartilla liberada. Qvo.
Le pregunté, bueno y usted ¿quién es? Nunca me contestó pero obtuve la respuesta más adelante por medio de Don Cayetano. Perteneció al Escuadrón 201 pero como todo mexicano tuvo que emigrar para librarla de algún modo en el terre después de la bronca WWII.
Una mañana no salió por su birote y Dona Toyana se preocupó, cuestión de viejitos que intuyen todo y al tocarle a la puerta y no hallar respuesta que le llaman a la Cruz Roja. Don Héctor yacía muerto. Al entrar los bomberos, pues los de la Cruz Roja nada más no podían abrir la puerta, se encontraron con el apartamento más pulcro y espartano que toda una carrera como bombero no había anticipado a ninguno de los ahí presentes. Los pantalones Buffalo, color caquis, lucían colgados de una silla marrón bien planchaditos. Tenían la línea bien calcada en medio de ambas piernas y las camisas, dos nada más, blancas que presumían starch a leguas y una recién lavada inexplicable pues no corría agua en su chante, olía bien. Había una mesa, una silla, una recámara y un cuarto con múltiple fotografías de sus compañeros tanto como de los fields de algódones como de su misión que cumplió durante la Segunda Guerra Mundial por ordenes del gobierno federal.
3 libros se hallaban en su interior y Don Héctor me los dedicó todos a mi.
He pues aquí la historia de Don Héctor Luciano y su vida.
*originally published Agosto 20 del 2005 con minor edits or maybe not.