cuisine eskandinavius

Me da vergíüenza presentar este post porque creo que, como dicen los gabachos, it is a half cooked figment of the imagination, o sea, una idea a medio cocer. Tengo rato queriendo hacer un post así­, pero nunca me deja satisfecho el producto final, what the fuck, be that as it may.

Uno de los clásicos era papas fritas con pollo frito. Otro un plato de frutas con miel, pasas, cottage cheese, y otros menesteres como canela on top. Otro, las inolvidables tortas. ¿Cómo explicarle a los suecos una torta de huevo con chorizo, chorreando la manteca anaranjada, manchando todo lo que toca además e la explosión culinaria en el paladar? Tacos, ni hablar, on every fucking corner de mi vida. Caldos, everywhere, la comida del pobre, a 20 pesos la comida corrida.

La manera en que el primer mundo ve sus alimentos me a dado pauta para el pensamiento. Acá hay mucha obsesión en el daño. La comida, sea de cada quién, ha perdido el valor central del sabor. Aunque no soy sueco para juzgar pero con 8 años en Suecia y miles de platillos dirí­gidos puedo darme un pequeño lujo de una opinión tergiversada porque a decir verdad tampoco me he dejado convencer del todo de los platillos suecos.

Aquí­ rifa mucho la carne porcina, o sea, el jamón rifa. Y entre más frí­o más mejor. Se come mucho queso, de todos tipos, tamaños y años o como se les dice en este tipo delenguaje, añejados. También las carnes como la bolonia. Salchichas a morir, no hay como una salchicha, aquí­, los hotdogs de allá [aunque aquí­ todaví­a no les da por envolver un wini en una tira de tocino], no les paran ni los tacos, every possible size and color exists para cada boca gíüera que se apreste a ello. Swedish meatballs what not. Pero ni quién diga albóndigas porque serí­a causa de torcer el cuello para ver quién pronunció tan bella palabra.

A diferencia del paladar que empaqué, cuando salí­ de Tijuana para el exterior, inconscientemente, hemos de enfatizar, nunca me preparé para comer comida frí­a todos los dí­as.

Sí­ la estufa forma parte intensa de cualquier hogar tijuanense aquí­ en Suecia, como si fuera poco con el clima nórdico, es el refrigerador. Y no es que sean huevones, para nada. A mi opinión, y te lo contarí­a cualquier hispano de estos lares, no saben comer. Está más peladita calmar el rugir de las tripas con una rebanada de jamón que calentar la estufa y esperar, esperar a que venga la hora de calmar no sólo el estómago, sino el alma también. Y no es que no sepa comer comida frí­a, la verdad, el jocoqui es prueba fiel de ello. Platillo par excellence de los norteños y quizá único que se come con tortillas calientes.

Así­ que ahí­ tienen al Julio comprando especies a morir para brindarle un poco de sabor a los platillos que suelo comer. Aguacates los compró cada que hay y no es que no haiga sino que el aguacate viene sólo. Nada de acompañado de cebollita, o un rabanito por ahí­, na’. El aguacate a veces le hago un mix de cebolla, ajo, aceite de oliva español y sal, cilantro.

El cilantro me cayo del cielo pero ni así­ a logrado colmar mi anhelo por comida mexicana. Aunque sí­ me doy un alto cada vez que paso por la sección de verduras, oler cilantro es uno de los pocos placeres, y además gratis, que mi nariz pueda disfrutar, en esta tierra cuyo paladar se me escapa.

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