Lo primero que hice fue salir y fumarme un cigarro. Me había acabado media botella de pisto sueco, de escania y no sentía estragos por el vuelo que duró más de 12 horas y cuatro contratiempos amén de ciertas turbulencias. Recuerdo que mi compañero de asiento le tiraba unas miradas a mis ojos cristalizados en busca de confort, pero mi mente estaba más fresca que la del gíüey en corbata además, sin miedo ante las bruscas sacudidas que daba el pajarraco metálico sin aviso. No sé dónde leí que el pisto es bueno para el jetlag pero el pedo es que sí es cierto, aliviana el cambio biológico de los tiempos que hay que cruzar de un lado del planeta al otro.
Al pisar tierra mexicana suelo fumar a lo pendejo. Uno tras otro. Son semanas ’libres’. Me quemo una cajetilla fácil.
Mi primera vez en el DF. Al Zócalo. Decidí partir de los miles de consejos que corren por la vaina norteña: cuidado en el DF, no te subas a cualquier taxi, blah, blah. Iba armado con alcohol sueco por todo mi cuerpo y quería ver la ciudad, la urbe. 5pm. Me planté en medio del zócalo, los guachos partían al cuartel del edifio presidencial con la bandera enrollada en sus brazos, chequíe mis aledaños, unos cuantos vendedores de jugetes de niños hacían su agostito. Waché la maldita iglesia, la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, la razón por la que me apremiaba estar aquí, en el Zócalo.
Y sí, se ve ladeada, hundiéndose. Caminé hacia su recinto. Las maletas me empezaban a pesar, los efectos del alcohol sueco me daban ciertos malestares ya. Me eché un trago en plena vista de todos y seguí mi camino.
Entré, vi el cristo negro, me persigné, cosa que hice más por costumbre, costumbre que no practicaba en años. Me senté a observar al cristo. Gran error, me ladié, me acosté y quedé dormido. 3am, ¿Aló?
Caminé y abrí una puerta, creí que era la salida, error, mis pasos empezaron a dar hacia abajo. Recuerdo.
Debajo de la Catedral yace un cementerio y restos de lo que fueran edificios religiosos de los habitantes originarios. Ruinas destruidas y desquebradas por la mitad, por las esquinas, por su corazón. Marcas que han quedado ignoradas en la vida consagrada de los ciudadanos católicos de México. También, y con mayor presencia, debajo del Retablo de los Reyes se ubican las criptas de los 39 Arzobispos que ha tenido la ciudad de México; inaugurada por Fray Juan de Zumárraga, cuya tumba se encuentra a la entrada de esta cripta y encima de la cual se eleva la escultura labrada en mármol del propio Zumárraga, en la que resalta en su vestimenta la Virgen de Guadalupe, ya que fue a él, a quien el Santo Juan Diego mostró sus apariciones; como dato curioso, en la base de la tumba está una calavera labrada en piedra que fue encontrada en las excavaciones del Templo Mayor.
Era el destino. Siempre tuve la ilusión de escupir en la tumba de éste estúpido vasco religioso, me fue mejor, wuacarié todo el contenido de mi viaje en su cripta. Zumárraga, creo que hasta la wácara de mis antepasados te escupieron y se wuacarearon en tu estúpida cripta. Ja.
Arresto. Policías con guantes blancos me esposaron. Saco mi pasaporte sueco. Me dejan ir, fue un error. Un simple turista perdido. Salí de la iglesia, daban las 4am. A buscar hotel donde pasar el resto de mi estancia en México, el DF.