La memoria colectiva del Tijuanense no recuerda mucho a este hombre de letras y hay un busto de él junto con otros en una esquina medio tristona por su soledad que le embarga [una de las pocas en el centro] de Tijuana allá por la calle tercera rumbo a playas. Por muchos años de jóvenes pasamos por esos bustos extraños rumbo al telefónicos, un salon de baile. Los bustos se encuentran abandonados en una esquina y están encadenados lo que incita a desistir de hacerle un daño, como si uno se las fuera a robar u algo. Los tags de los graffiteros siempre han sabido pasar de largo ante el monumento. Quizá porque la mugre que ahí habita y la forma de la estatua inspiran algo después del todo y ese algo a su vez hace desistir a cualquier joven de causarle un daño, se le reconoce por su originalidad y además de que es nuestra. Como decía, nunca le pusimos atención al monumento. No fue hasta mucho después cuando mi amigo, José Virgen, y yo nos detuvimos a admirar esta pieza de la ciudad una vez que andaba de visita en Tj. Leímos, vimos con lujo de detalle y nos dimos cuenta del valor histórico para nuestra ciudad lo que la estatua rara representa. Para nosotros, hombres ya pasados de los 30, la libertad de expressión está más asociada al Gato Félix [muerte que repercutió como ondas en el agua al aventar una piedra en ella en toda la consciencia tijuanense] que al de Manuel Acosta Meza.
Manuel Acosta Meza está más asociado con Juan Soldado y quizá este último opaca la estatura que este hombre tiene en la ya tradición baja californiana de sacar a flote la verdad a como de lugar, trabajo periodístico de investigación con pocos precedentes en México. Dicen los que saben que lo mataron porque ya le estaba pisando los talones a los verdaderos culpables del crimen que le achacaron a Juan Soldado. Aunque la placa dice que Acosta fue ’inmolado’ sin duda alguna idea de un romanticon por ahí, la verdad es otra. Lo mataron a quemaropa enfrente de sus hijos un 26 de Julio en 1956. Y todo por la verdad, so quizá ’inmolado’ no es tan malatinado después del todo.
Otro ángulo: Profesión peligrosa
Manuel Acosta Meza was a hero in a town that needed one. A crusading journalist who worked at the San Diego Tribune in the ’40s and ’50s, Acosta Meza dedicated his life to defending Tijuana’s poor and exploited and exposing government and business corruption at the highest levels. His newspaper, El Imparcial, was continually shut down by authorities who feared and loathed him. Before his assassination in July 1956, Acosta Meza had established himself as the greatest newspaperman in the history of Tijuana.