Estudiantes

Al estar vacilando con unas estudiantes me vi en una situación pedagógica inesperada. La respuesta de una de las chicas me sorprendió.

Sé que son estudiantes y ellas saben que soy maestro de la escuela. Están en Suecia por razones de refugio polí­tico. Ella es una estudiante del instituto donde trabajo. Ella es del Oriente Próximo. Del Lí­bano. Lo que quiere decir que lo más seguro es que sea de Siria. Para comprendernos hablamos sueco.  Hay muchos de ellos que se dicen del Lí­bano por razones estéticas. El Lí­bano conlleva a pesar de los malestares que aquejan a ese paí­s muchas buenas connotaciones y ellos tanto como yo lo saben. A veces hasta sacan un pasado francés como si eso naturalizara su presencia en tierras europeas. Asociarse con el Lí­bano es como decir en EE.UU que uno es de España para engañarle el ojo al gringo. Ellos, o sea, los refugiados polí­ticos, no suelen usar la vestimenta de los otros refugiados de Oriente Próximo u Oriente Medio. Los otros insisten con sus formas de vestimenta a la vieja usanza de sus paí­ses de origen. Pero todos hablan árabe.

Me gusta charlar con los estudiantes. En sí­, en mi profesión pedagógica, me gusta ganarme la confianza de los estudiantes. No me gusta ser autoritario pero los estudiantes saben cuando hablo en serio. Así­ que vacilo con ellos, disfruto reí­rme con ellos y ellos saben que conmigo pueden cometer errores en sus labores sin ser castigados indebidamente. No me ando a medias mentiras y saben que siempre les diré las cosas como son de una manera que los conlleve adelante. La confianza en la labor pedagógica se escatima mucho porque la profesión docente se basa en autoridades. Y como yo siempre me he rebelado contra las autoridades pues la confianza es una gran herramienta en mi profesión para educar a los estudiantes en general. Y es que ellos saben de antemano que soy una autoridad y no hay más respeto y felicidad que un estudiante te lo demuestre no como estudiante-maestro sino como dos personas en busca de la misma respuesta. Además, la confianza abre aspectos de la enseñanza que otras herramientas no dan. La confianza te permite ver lo que hace falta por hacer sin temor al fracaso y sacando al fracaso de medio hay oportunidades para impartir adecuadamente. Pero esto no va sobre la pedagogí­a, va sobre polí­tica con una pequeña dosis de pedagogí­a.

Decí­a, me sorprendió la respuesta de la chica. Nos metimos a la polí­tica porque llevaba un pequeño broche de una rosa que esta asociada con la polí­tica socialdemocracia a la cual pertenezco en Suecia. Y entre vaciladas les dije a las menores que pertenecí­a al partido porque es un partido bueno con los inmigrantes. Decir eso es una manera fácil de distanciarse de la polí­tica y decir que estoy ahí­ por conveniencia y no por otra cosa. Una de ellas estuvo de acuerdo conmigo pero otra no; ella estaba a favor de los demócratas suecos. Para el incauto, ese partido es un partido reconocido en Suecia como racista y por lo general es visto como de extrema derecha, pero a ella le gustaba porque ese partido estaba en contra de los musulmanes. Como decí­a, su respuesta me sorprendió bastante. Y es que, en sus razones, me dijo, los musulmanes destruyen todo, te hacen ponerte el nicab.

Y comprendí­.

En retrospectiva no sé si lo que transcurrió fue una revancha entre dos jóvenes para joderse los unos a los otros enfrente de un adulto, no lo sé, pero en el momento, todo fue genuino a mi parecer. Yo no sé lo que la joven ha sobrevivido para estar en Suecia, ni lo que su familia les cuenta sobre lo que tuvieron que pasar para estar en Suecia, pero comprendí­ porqué ella preferí­a la democracia de los demócratas suecos: miedo; el pasado.

En Suecia no es novedad de que muchos inmigrantes votan o apoyan a la extrema derecha por miedo a los musulmanes.

Mi reacción ante lo dicho fue inquisitiva. Y enriquecedora. Aprendí­ un poco más. Me lí­mite a escuchar, uno de esos privilegios que ganarse la confianza brinda, vi las razones de un individuo y el motivo que conlleva a las decisiones que les conlleva a tomar a pesar de estar en contra de lo que la mayorí­a de la polí­tica correcta diga.

 

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