Estos días se han visto marcados por numerosas batallas que como las mejores pugnas, nacen de lo inesperado. No creo ser el primero en lidiar batallas personales sin más soldado que mi pobre alma abandonada en los campos de la soledad en las tierras del paraíso. Y habrá que admirar la coraza que porto porque lleva algunas fisuras que mientras visibles engañan al espectador ya que las hendiduras son profundas. Estoy sumamente herido. La ilusión de ser fuerte y poder proseguir con la cruenta lucha está ahí no sin antes reconocer que la coraza, forjada por mis seres queridos y que ahora solo logro revivirlos en las pocas memorias que me quedan de ellos, hicieron de la coraza un escudo fortísimo que sabe aguantar las embestidas que me veo forcejear para salir adelante. Las energías para levantar los brazos y darle lid a los monstruos que acosan mi paso por los campos verdes de este estío y acabar de una vez por todas con la constante guerra de baja intensidad y chingaquedito son inmensas y constatan que la vida no depende del cuerpo porque de ser así hace mucho que mi cuerpo se hubiese dado por vencido en las primeras confrontaciones.
Lo único que sé, después de inmensas e intensas batallas, es que retener la serenidad es mi mejor arma. Lo segundo, mantener el corazón limpio de rencores, odios y venganzas. Lo cual no es fácil. Mi mente está predispuesta a darle rienda suelta a la imaginación y las venganzas no se hacen esperar para utilizar esta arma para sus planes maléficos lo cual requiere que se consuman grandes cantidades de energías en el corazón ya que el odio consume una calor maligno de poco valor más allá de hacerse presente para poder observar sus quimeras efímeras y obtener un poco de satisfacción para librar el campo de falsedades si es que uno logra mantener la cordura durante el paso por el valle de los muertos de Ezequiel y como no temer teniendo en cuenta que los dioses pueden revivir esqueletos y hacer del pasado una tortura insoportable que uno juraría que Dios no existe ¿porque qué Dios hace burla del tiempo al hacer del pasado un doloroso presente?
No cabe duda que la serenidad es mi mejor aliada ya que las calderas están a fuego vivo, hirviendo las patrañas de la falsa realidad dispuestas a cualquier momento servir a su amo y al menor descuido hacer de mi un recipiente más para el servicio de otros. Reconozco que son mis batallas las que me hacen a mi y para seguir creciendo, aunque herido a muerte, tengo que seguir luchando por quien yo soy: .
Pero hay veces que no son las batallas que me dejan exhausto sino la constante vigilancia que tengo que hacer de mi mismo. No es fácil estar de guardia y corregir lo que el corazón de repente desea hacer: pensar o desear un mal al prójimo, y más con personas que uno conoce. Esta vigilia es agotadora ya que ofrece tentaciones irresistibles ya que la gratificación es inmediata y sumamente deliciosa e engañosa. Hay que estar muy despierto para no dejar que las semillas de la discordia crezcan en el terreno fértil de las entretelas de uno, por mucho que le ofrezcan placer al pecho y la sensación de la falsa liberación no vale la pena desearle lo peor a los que uno cree mal le han hecho a uno. Hay que mantenerse puro en sus pensamientos.