12 de Octubre y los Sarayacu

Acá en Suecia, y me imagino que en el resto de Euopra también, pasa de largo el 12 de Octubre, ni quién lo pele y si sale algo sale en la sección para intelectuosos, o sea la sección de cultura y a todo caso cada cinco años le dedican una página total a esos temas. En lo personal me divertí­ mucho estos últimos dí­as leyendo los periódicos Americanos. Primero me di cuenta del asunto porque el buen Eterno Retorno habí­a dicho que iba a escribir algo al respecto con ese dejo europizante del cual se jacta ser él orgullosamente exstático parte. Al cual leer susosdichas palabras no pude más que reaccionar instictivamente como quién presto a desfundar su Parker más chingona, alas! Eterno Retorno, sufriendo una especie de crisis escribiril, se halla como un Hamlet despatriado, to be or not to be in Plaza Santa Cecilia. Después leí­ en la prensa americana que en el estado de Colorado arrestaron a un chingo de indí­genas por querer cambiarle el status que ese holiday con todo y desfile tiene en Denver desde 1902.

So en Europa se les pasa de largo la crisis existencial que el Dí­a de la Raza a venido representando para indí­genas y mestizos en todo el continente Americano. Y el caso es que año tras año la celebración de este dí­a tan significante para el continente ha adquirido más el matiz de confrontación que el de celebración. Ya sé que el Dí­a de la Raza es más inclusivo que el Columbus Day y quizá sea ese más confrontativo que el Dí­a de la Raza pero eso no quiere decir que haiga menos broncas por ello. Muy al contrario, el Dí­a de la Raza se usa mucho en pueblos de habla hispana, y con población indí­gena con heridas abiertas aún por ese evento, con el motivo de echarles en cara a la élite social del paí­s su dinero sangriento y malhabido. Y claro, nosotros los mestizos no podemos, más de las veces, más que callar y aceptar que la parte más maltratada y más dañada por este encuentro de continentes han sido y siguen siendo los indí­genas de las Américas.

Así­ fue como decidí­ ir el 12 de Octubre, acá en Europa, a una fiesta pro Sarayacu organizado por un grupo feminista de la Universidad de Estocolmo. Mientrás escuchaba bien pedo, [je, fue una peda a favor de los derechos de los Sarayacu so tení­a mi obligación de dejar mis coronas ahí­ :-D] como los intereses de las compañias petroleras de los EEUU (de esto se puede leer más en su página web), el cuerpo castrense del Ecuador y el gobierno ecuatoriense conspiraban contra los terrenos tradicionales de los Sarayacu, ciertas cosas se me hicieron reveladas. Como por ejemplo, se me hizo irónico que los paí­ses del Occidente siempre hablen de libertad siendo que aquí­ hay un caso donde la libertad está siendo claramente cuarteada. Aquí­ las dinámicas son tan complejas que se necesitarí­a un doctorado para poder explicar el caso que se da, ¡aún!, de lo que pasa cuando instituciones se encuentran con poblados que nunca han requirido del orden que un estado moderno tiene. De la noche a la mañana puede que uno quede en las sombras de lo ilegal ante los ojos de dichas instituciones.

Tampoco pude evitar comparar la situación de los Sarayacu con la de los Menonitas. Mientrás que los Menonitas pueden disfrutar de sus estilos de vida sin que nadie se entrometa con ellos desde hace más de 100 años atrás, en el continente americano la raza indí­gena de Latino América sufre vejaciones sin precedente alguno por ser simplemente quienes son. De seguro los menonitas disfrutan más de su estatus por ese librito al que se sujetan tanto, o sea las Sagradas Escrituras mundialmente conocida como la Biblia.

¿Entonces qué América es la nuestra?

Es una América racista y estupida que no sabe poner a los suyos en primer lugar. No creo que el conflicto de los derechos de los indí­genas sea resuelto en mi vida. Y tan sólo hay que arreglar uno, que los gobiernos de América Latina respeten los derechos de todos los ciudadanos por igual. Mas las instituciones por las cuales se rigen estos paí­ses de mi amado continente están llenas de vestigios coloniales aún, se dejan engañar por la retórica de los paí­ses desarrollados siendo que la primera responsabilidad de cualquier estado son sus ciudadanos. Si los paí­ses de América Latina respetaran la vida y maneras de sus ciudadanos estoy casi seguro que hoy disfrutarian de mayor respeto a nivel mundial del que tienen hoy.


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