Tengo insomnia. A estas horas que escribo esto estoy con pachita en mano y repensando los aconteceres de hace unas horas. Me dormí temprano. Así que desperté igual, temprano. Al dormir, en mis sueños, feneció Gabriel García Márquez. Lo supe por esa costumbre tan universal del ente occidental y a medio dar de bienes materiales por uno de esos smartphones. Lo supe no por español sino por un Xicano en mi twitter feed. O FB, no sé ya. Después, al seguir leyendo, retrocediendo en el feed, una gringa, de nombre Elizabeth Spiers, del mundo de la literatura y sus mercadotecnias expresaba su dolor mediante la recomendación de una lectura de uno de sus cuentos favoritos de GGM. Blacaman the Good, Vendor of Miracles. Aquí da uno cuenta de lo importante que GGM es. O su obra. Muy pocos escritores logran esa magia de trascender más allá de sus idiomas maternales. Es como si nacieran con ese don universal de poder contar no para un pueblo sino para toda la humanidad. Algo en ese lenguaje hace que aquí y en chinca todos logremos reflejarnos en la historia contada. GGM es uno de esos escritores como alguien dijiese de Yukio Mishima, que solo nacen entre cada varios siglos.
No lo leí en inglés, por supuesto, pocas veces traiciono mi principio, así que lo guglié. Lo encontré en El Instituto Nacional de Bienestar Magisterial (INABIMA) de la República Dominicana. http://tinyurl.com/p2ykuwk
Me gustó el cuento. Uno no se percata de las insinuaciones académicas del cuento hasta mucho más después. Son de esos cuentos que los acabas leyendo sin detenerte a pensar en qué página vas, solo quieres seguir leyendo no porque es emocionante sino porque la historia te lleva a ti arrastrándote por sus travesías, y así, ese cuento, cuyo nombre en español es de Blacamán el Nuevo Vendedor de Milagros. Me gustó mucho el cuento y no caí en cuenta de que se trata de una de esas alegorías de la dualidad del hombre hasta horas después. Hay que apreciar un cuento como saborear una fruta o una verdura, sin análisis
Yo di con GGM en Madrid, en un 1998. Una chica me obsequió el tomo como agradecimiento por las clases de inglés que impartía. GGM era para mí uno de esos tesoros que uno toma como asentado y que aburren porque medio pueblo te dice cuán grande es el sujeto y blah, blah, blah. Y así, una extranjera me dio el tomo. Y lo leí, 100 años de Soledad. Después leí otro en la universidad, uno de esos profesores que admiraban a GGM y lo metía a su lista de libros que debíamos de leer. Crónica de una muerte anunciada y la bala que cruzó medio pueblo.
Esto me recuerda a la sensación esa de descubrir algo mediante las suposiciones de los extranjeros de que uno sabe de todos los autores de la cultura de uno por el simple hecho de saber el idioma y ser parte de la cultura en cuestión. Fue en Menlo Park, California, allá a fines de los 80’s cuando llegó a mis oídos esa onda del Realismo Mágico. So what, pensé.
Y heme ahora, despierto, viendo el amanecer de los altiplanicies suecos, escribiendo sobre la muerte de GGM.
Y sí, influyó mucho en mi vida y de seguro lo seguirá haciendo el huerco.