La ventana es bastante grande, da vista al odiado césped que sólo me recuerda que tengo que cortarlo, los arbiustos y árboles. Las cortinas que cubren las tres ventas de la cocina son azules con rayas verticales, muy bonitas, dan un country look. Mi mesa es redonda, de un verde metalico y también son de esas tipicas de ”country”. Cuelga una lámpara blanca en medio de ella.
Estaba sentado tomando una cerveza escuchando a Chalino Sanchéz, el color de la cerveza se veía bonito con el color verde metalico de mi mesa.
Mis hijas corrian y bajaban de las escaleras, se escuchaban sus risas y sus pleitos every now and then.
A mi prima de Redwood City, California, una vez que recojía las hojas de otoño por allá. La alcanzé escuchar escuchando unas rolas de Chente en el segundo piso, entonces si apenas había empezado mi exilio, me sorprendio y volteé mi mirada a su cuarto desde donde salían esos sonidos mexicanos tan familiares y tan extraños a la vez, era todo un punk y lo mexicano a mi como Tijuanense siempre me ha causado sorpresa.
Justo cuando ponía el vaso de cerveza en mi boca me entró la posibilidad.
Se que mis hijas extrañaran a su padre y se pondrán también a escuchar rolas norteñas ya de grandes.
Es posible.
Le paso a mi prima. Deducí que mi tío, al cual le encanta la música de mariachi, les ha de haber inculcado eso a sus hijas sin querer queriendo.
Volteé a a ver el odiado jardín, sonreí, es posible. La cerveza me supo rica y ya estaba un poco borracho.