Estoy tecleando. A la vieja usanza. O tal pareciere. Me gustaría que esto fuese una mecanografía. Sin quien sabe qué.
Escribo.
Escribo pensando en una escritora finlandesa. Ella descuartiza la identidad como un cirujano descuartizaría un pedazo de pastel sin bisturí. Se llama Sofi Eksanen.
Ella y unos alemanes han puesto en jaque a un país. El país se llama Suecia. Los alemanes se creen apenas poder digerir un pasado reciente. Ellos se disgustan una telenovela Azcarraga titulada Unsere Míütter, unsere Ví¤ter que a juzgar de los titulares a ocasionado un discurso intergeneracional, para los de parla común, entre los abuelos y los padres que no los hijos que ellos solo miran y retomaran riendas en retrospectiva melancolica.
Retornar.
Es de elegir. O así pareciere.
Para Oksanen, cuya ironía es poder reflexionar, cuya ironía se reduce a una coma, una historia, entre paréntesis.
Y el presente siempre.
Que nos recuerda en donde estamos no ya geograficamente sino mentalmente.
Le he visto a ella hoy. Entre interlocutores. Ella manipuulando lo que puede.
Pienso que ella es una adicta a algo, que encadena, que manipula un presente