El día no está tan gacho. Sí, está nublado, pero no está grisáceo. Los copos de nieve que caen en otrora estación del año sería una ligera llovizna. No hace viento y los copos caen por su propio peso y no requieren de mucho viento para deslizarse por los caprichos del aire que les toca usar como tabla para surfear su descendencia. Hasta parece que eligen en donde caer. De hecho me sorprende cuando por algún ligero impulso de un céfiro gélido terminan en el balcón de mi departamento. Bienvenidos. Tuve que salir al pueblo. Es el último día que el monopolio de la licorería tiene abierto y se avecinan unos días de ley seca. Días de soledad. Saqué la bicicleta y me puse ropa adecuada, este invierno no juego con el frío nórdico sino que le doy todos mis respetos, he invertido un buen de dinero en ropa para no enfriarme. Acá, los suecos tienen el dicho de que en Suecia no existen los malos climas sino solo mala ropa. Después de 15 años por estos lares caigo en cuenta de la industria que se dedica exclusivamente a trabajar el concepto de ropa térmica. Hecha en China claro, cara por supuesto. No hay que desestimar los derechos de autor ni el labor intelectual detrás de las investigaciones y ni como ignorar la labor barata de los chinos para hacerse rico a costa de una buena idea. Ese es nuestro mundo. Por igual mis mejillas se congelaron un poco y mientras escribo esto aún siento cómo es que se están desentumiendo del aire gélido que rosó mi cara camino en bicicleta a N-.
No pensé que iba a ver tanta gente como lo hay en estos minutos. No me gusta el gentío. Por lo menos aquí en este pueblo no. La gente de por aquí no puede verse a si misma y mucho menos a los inmigrantes que la habitan. Es un pueblo pequeño, de 17 mil habitantes. Todos parecen conocerse a todos y nadie quiere saber de nadie. No es como en las ciudades grandes que si uno se encuentra a alguien es el alarde de la calle. Aquí es fácil dar con todos en el mismo sitio y eso lo hace pesado, por lo general la gente evita saludarte, esa es una de esas características que yo y otros miles de inmigrantes han escrito o comentado sin hacerle mello a la población como para hacerles ver que la gente reacciona hacia ello de manera rara.
Si fuere otro no me molestaría ir solo o que me vieren solo pero ver a la gente con sus familias y amigos me hace la vida de cuadritos y me recuerda todo aquello que yo no tengo. No hace falta mencionar que la narrativa del subconsciente luego luego se torna en una corriente de miles de especulaciones siempre y cuando nadie quiere saber nada de nadie y uno camina por las calles del pueblo, adaptado a la costumbre de ignorarnos los unos a los otros, como si uno fuera más bien un viento visible que empuja a la gente como a los copos de nieve antes mencionados.
Pero me doy cuenta que este pueblo simplemente no permite a personas como yo y las ahuyenta con su comportamiento. Es un pueblo de amigos, familias, conocidos y no uno para gente que vive sola, emigrada. A nadie le importa nada en realidad. Las conjunciones, conjeturas o ideas que me forme yo solo a mi paso mientras ando de compras en realidad quizá nada tengan que ver con lo que ocurre a mi realidad. No tienen merito en otras palabras. Ni las dejo tener merito pero bien que hacen un cóctel de emociones que culminan en una reacción química triste y sórdida. Consigo lograr convencerme de hacer caso omiso de ese tipo de pendejadas. Aclaremos algo, no dejo que la realidad carcoma mi existencia pero reconozco que el pueblo no es para mi. El pueblo son los limones y de ello hago limonada dulce. Según mis propias conclusiones lo ideal sería estar en un pueblo que me permita andar en el anonimato sin que nadie sepa nada de mi para poder caminar a mis anchas sin la triste compañía que guardo por estos lares con Soledad. La sana conclusión es que todo está en mi cabeza y soy yo quién fabrica los mundos en que vivo aunque algunos mundos sí son reales mientras otros no lo son, por falta de pruebas más que nada. Y como no tengo con quién comparar notas pues chingueme yo solapas.
Quién sabe la verdad. Hay muchas cosas que hacen el día insoportable pero a la misma vez hay bastantes beneficios en lo que vivo. Estudio y tengo tiempo para progresar a pesar del eterno mal que me aqueja y no solo hablo de la soledad sino de mi vicio personal con C2H5OH. Salir a adelante, reformarme, seguir soñando, eso es lo que aprecio. Si es lo que único que me queda de mi xicanismo, o americanismo, pues venga, así sea.