Es increible como su voz me sedujó, sutilmente con las vibraciones de sus palabras que como labios húmedos en mi piel, se deslizaban con suave tempo dentro de mi, sentí su fonación en cada poro de mi cuerpo y mis ojos se acostumbraron a oirla con intensidad, cada decibelio, cada vibración. Es melodiosa y acapara toda mi atención, cuerpo, estoy atento. Su voz entonaba todo lo que yo quería escuchar, no con palabras si no con su estilo de hablar, tenía una voz educada ó a lo mejor, sí, me gustaría pensar, sólo me hablaba a mí así. El aire que le salía de su boca al abrir y cerrar sus labios me intóxicaba, sí, me gustaba cómo me decía la verdad absoluta, cómo me acariciaba con su tono, cómo su voz me abrazaba (y abrasaba), y sí, escuché el gusto, no sé cómo, siendo tan torpe yo, pero sentí su timbre tocando las puertas de mi alma, pero bien supo donde las llaves tenía yo escondidas, “así me gusta darling†me hubiere gustado poder haberle decir a no ser que hasta ahora comprendo el poder de su voz. Fue eso, quizá, cómo es que me llegó al corazón, con ese ritmo que hizo vibrar no ya mi corazón si no mi estómago pues es ahí donde siento más tibio al recordar sus frases, sus palabras, una por una, entrando por mis oídos causando sonrisas de sumo placer, automáticas, en mi, sí, su voz sabía moverme, tocar. Esa sí que me supo sacudir los tímpanos, me cae.