El otro día terminé de leer un libro de Cristina Rivera Garza a la cual insisto en querer llamar Vergara por alguna razón disléxica, en fin. El ruquito que atendía la librería donde compre su ejemplar, en un pasaje underground entre la parada del Metro Zócalo y Pino Suárez en el DF, me dijo que Nadie Me Verá Llorar (1999), colección andanzas de la editorial Tusquets Editors, era con el que se le conocía más, bene dije, pasémelo pues.
No es un ¡Oralé ese, que pinche libro más cool! ¡Qué revelación! pero sí entretuvo, sí dio placer leerlo en la medida que me hizo pasar el tiempo aparte de que fue muy apropiado puesto que cuando empecé a leerlo me encontraba en el DF y a menos de 7 km de dónde se transcurre la novela, cool pensé en aquel lejano día ya. Carlos Fuentes le dedica unas cuantas palabras alabadoras lo cual me hizo preguntar sí lo leyó u no en verdad.
Por lo general es una lectura que despierta penumbra en uno. O sea, no hay mucha felicidad y no es un libro que saque mucha risa (nula diría yo), es una lectura seria y netamente nostálgica y pesimista que llama a la soledad. Las emociones que logra despertar se asocian más con empatía, pues se encuentra el clásico dúo, azotador y victima. Victimados, victimas y self-destructive fools. Transcurre en un tiempo ya trillado por las buenas plumas de la conciencia nacional de México, la Revolución, sí, desde Laura Esquivel y su Como Agua para Chocolate de 1989, la famosa guerra civil de México ha servido de escena para muchas novelas, en particular hemos visto mucho el punto de vista de muchas mujeres que tienden a romantizar este capítulo salvaje de nuestra nación pero creo que la documentación más original de ese evento sigue siendo Los de Abajo de Mariano Azuela, en fin, no sé cómo fue a dar esa escena ahí y fue quizá el único lugar donde le hice mueca de desaprobación a la novela pero por lo demás tiene personajes interesantes para la comunidad de salud mental de México.
Ajá, o sea que es una novela casi académica para sólo académicos. Y es que la técnica traiciona a Cristina, digo así porque como novela choca con tanta investigación. Las novelas, recordemos, son herramientas de entretenimiento, no sitios para alojar enciclopedias de lo que uno ha investigado y es ahí donde se ve que es una lectura que informa en vez de relatar, mucho hecho de esto y lo otro, sí, he dicho que el buen escritor requiere de investigación pero Cristina es una abusadora incontrolable de este mecanismo para su novela. Inclusive nos da unas Notas Finales donde nos explica que la novela requirió de éste o aquel archivo para esto y lo otro, o sea, la ficción aquí casi pide disculpas por ser ficción, wrong! La novela pues es más bien un recuento de la vida de una persona en un manicomio y pues mientras que sirve para narrar, deja mucho que desear como novela. Pero hay que decir que los personajes están bien elaborados y que sus vidas sí impactan al lector.
El ejemplar que yo tengo en mis manos contiene en la portada un cuadro de la ya-dejenla-en-paz Frida Kahlo, El suicidio de Dorothy Hale el cual nada tiene que ver con la novela aparte de querer codearse con la mirada que Frida le pinto a Dorothy en esa famosa pintura.
Mucho se oye de Cristina en los círculos de Tijuana y de hecho dos que tres blogs la atacan por su postura feminista y esta novela comprueba lo que ella piensa de los hombres, pues en general los hombres de Cristina son débiles, drogadictos o abusadores malosos con un potencial de querer hacer bien sólo para caer en las garras de las mujeres que saben manipular mejor las emociones que los hombres.
Vale la pena leerla porque es nuestra contemporánea y casi casi de Tijuana, dice mi libro que nació en la frontera noreste de México y que reside en San Diego/Tijuana, y sí, sólo por eso vale la pena leerla, así que léela ya ese!
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