Poetry by Elba Rosario Sánchez (1999)
Antes se daba que uno podía recibir una grata sorpresa al entrar al mercado. El tufo de cilantro era la mera consolación para mi neurosis lejos de mi país y si en mi país no pelaba al cilantro es que se debe a que uno se acostumbra a los olores y no se sabe de ello hasta que ya no están ahí. Solía entrar al mercado solo para darme mis jaladas de olor de cilantro y calmar los nervios de mi terrible soledad en este país frío. Así que cuando los olores del cilantro llegaron a mi nariz no sé que año, fue un año lleno de alegría para mí y un año que aprendí a hacer mis propias salsas.
Suecia apenas ha empezado a incorporar comida exótica en su cocina, por lo menos acá en el campo, lo digo así porque no hace ni 10 años atrás que los mangos tenían el privilegio de aparecer una vez al año en una esquina reservada exclusivamente para esas comidas que los suecos no suelen consumir. No era de esperarse que era una esquina inmigrante. Esas frutas y verduras ajenas a la dieta sueca ahora disfrutan otra convivencia, se pueden codear libremente sin ese apartheid que se sufría antes, los mangos se codean con las peras y el cilantro se puede ver con las matas más aceptadas como el eneldo cuya posición en la culinaria sueca goza de una posición bastante importante ya que los suecos se identifican con el eneldo como los mexicanos se identifican con el cilantro.
Ahora ya no puedo oler el cilantro. No es que no este ahí, lo está, pero le han quitado la propiedad que despide el olor a cilantro. Quisiera imaginarme que lo quitaron porque, a verdad sea dicha, los suecos son muy peculiares a los olores y quizá alguien se quejó o se molestó, quién sabe, pero el caso es que ya no huele a cilantro. A lo mejor me vieron metiendo las narices en las hojas del cilantro y la gente se espantó y nadie compraba el cilantro, que sé yo. O peor, la envidia y los celos del eneldo no dejaron convivir dos olores tan fuertes como lo son solo ellos, el eneldo y el cilantro.
Queda el cascarón del cilantro, las hojas, el color, pero el olor, ese no está ya más ni en la planta ni en la tienda. Ahora solo me queda la esperanza de oler de nuevo el cilantro, y ya tengo rato que no me doy una buena jalada de olor de cilantro y estoy que me muero por olerle.