Esas tardes de Octubre vislumbran por la conversación aquella, una conversación, días eternos.
– No suelo contradecirme pero ahí ten, la más de las veces soy una contradicción andante. El hecho de que yo solo no me tome en serio es decir mucho ya. No se trata de decisiones de envergadura, son decisiones de consumir, mi ideal quiere otra cosa pero mi cuerpo me pide otra y así caigo preso ante las tentaciones de la carne o la indecisión. Me burlo a mí mismo, me saco la vuelta para no sé qué. Eso es lo que cae mal, la traición hacía el uno mismo. ¿sería otro si me hubiere hecho caso en muchas decisiones de comer esto o beber aquello, injerir o desistir de aquesto? Uno cabe preguntarse, pero la verdad de las especulaciones no quitan la mirada de lo terrible: me traiciono. No es que no tenga voluntad, pero hago caso omiso de lo que es bueno para mí. Podrían acusarme de carecer de principios y estarían en lo correcto en lo carnal. La ropa que uso me lo dice todos los días, o me queda grande o me queda chica pero nunca a talla. Esa es la suma verdad.
Pero decía, los cambios internos o intrínsecos, esos siempre me quedan guangos y nunca soy lo que pienso sino lo que hago y lo que hago nunca me viene a mi mente, es una gran decepción tanto para mí como para el sujeto que tiene que vivir con ellas. Dos entes totalmente diferentes.
– Lourdes:
No vamos a solucionar la dualidad esta noche porque grandes pensadores lo han intentando y nunca bajo la embriaguez de una tarde como esta. Tomo la palabra. Hay que ser consistente en pensamiento como en carne. Esa es la única solución, no quiero que te vayas a un convento o que te mantengas puro para quién sepa qué puta deidad de las mentes impuras de la humanidad. Lo único que sé es que hay que ser consistente, no todos lo logran pero hay que ser consistente con lo que uno piensa, y ni se trata de porcentajes tampoco. Si se bebe se bebe y ya, pero no engañarse a uno como diciendo que uno debería de ser lo uno o lo otro, sino ser todo lo que uno es de la manera más sincera sin tener que engañarse a uno mismo en el proceso. No te convido al vicio pero tampoco a que caigas en las garras del vicio del engaño, ese es otro vicio indiscutible que tiene preñada a toda la generación de los últimos años del siglo XX. Creen poder ser sinceros sin tener en cuenta que ellos serán juzgados bajo la lupa de lo insincero que les domina la razón.
-Tienes razón Lourdes, no somos difíciles de adivinarnos
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