El nihilismo de la democracia mexicana

Muy a pesar de que el otro dí­a las noticias y algunos otros quisieran pasar la noticia de que el Cartel de los narcos tiene tintes ideológicos polí­ticos, aquí­ ya sabí­amos que los narcos también les da por pensar cómo es que un gobierno funciona a lo óptimo. La diferencia es que este poder, a diferencia de los establecidos, hace lo que los partidos polí­ticos establecidos no pueden hacer aunque ellos son quienes presenten la cara, es un orden distinto al canónico milenario de antes en el cuál primero habrí­a que pasar por las tormentosa espera y expurgación que requiere de varias generaciones. Ya ni el Godfather con su aparato de querer lavarse de los pecados en que incurre lo malavenido bajo la tutela de la Santa Sede pudo hacer lo que el narco hace en México estos dí­as. El narco solo está haciendo su deber, cuando ve oportunidad de amedrentar lo hace; la violencia también es negocio y el miedo mucho más. Amén de que al incurrir al terreno de la polí­tica lo hace no por querer hacer un bien sino por resguardar sus propios intereses.

Y es que nos quisieran hacer pensar que los narcos no tienen sangre. La tienen y aparte, son cristianos de los más buenos. No, y llegamos tarde al juego. Aquí­ el proceso de hacer lavar el dinero malavenido ya tiene por lo menos desde el tiempo de Lútero su mero apogeo. ¿A poco ustedes creen que las guerras mediáticas entre el catolicismo y el luteranismo se trata de ver quién ha chingado más menores de edad? Aunque para diferenciar, el hecho de que saquen las peores ví­boras para el sacrificio de las multitudes, es un provecho sano y no deja de causar sospechas de que algo mayor ocurre entre las filas de los que sí­ pueden.

No es de menos que los viejos cristeros (que no cristaleros y léase PAN tanto nuevo como el neoviejo) en México se estén rascando la cabeza al pensar en porqué no funcionó un sistema afí­n al del Franquismo en España, o sea, una especie de fascismo que pudiere dar continuación al viejo orden. En México se la han pelado y derechito. Lo malo es que el portavoz de este nuevo orden del mal es una hiedra no de mil cabezas, sino de varias más. Cuando las apariencias dejan de hacer su papel ¿qué más hay que hacer para salvaguardar el honor del viejo sistema? Ni modo de que se dé un tiro de gracia a sí­ mismo.

Aquí­ no es ya de preguntarse cómo es que el gobierno federal le hará para re-establecer orden en un paí­s que tiene ya varios años bajo una guillotina que se llama Estado Fallido. Sino quiénes o a quiénes les conviene re-establecer el viejo y con qué medios y quienes sostienen los hilos del titere llamado México.

¿Cui Bono?

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