Fragmenta

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Lucia la tarde un esplendor de ayeres.

En ese rincón del pueblo se anuncia con regularidad desolación a varias leguas gracias a los cúmulos que rellenan el paisaje de romanticismo indeseado y miles de horizontes sinfí­n como un campo anuncia diente de león.

– Bueno, lo que pasa es que tiene ciertas maneras de acercarse a los textos como si siempre se acercara a una biblia de los antiguos dioses. No es que quiera sentirme superior por ser más flexible intelectualmente pero me da cierta risa cómo es que reacciona a mis comentarios sobre los personajes cuyos nombres no pueden ser tocados con el aire que respiro. Hay veces que me da envidia esa pasión suya por creer, para serte franco. Pero a la misma vez ¿cuántos tienen el poder de hacerte sentir que has profanado una visión sacrosanto de la mente? í‰l cree verdaderamente en esos dioses y es un sacrilegio tocar con el pétalo del escepticismo todo aquello que es lo sagrado para él. Hay que admitir que es un mundo totalmente inadmisible para aquellos que no portan los mismos ideales de la vida después de la muerte. Todo lo que sea una afrenta a la estructura mental de esa creencia hace trizas de todo lo que yo creo aquí­ en este mundo terrenal. Y lo peor de todo es que me cuesta recuperarme de la afrenta, regresar a mí­ mismo. Así­ que cuido las palabras que pronuncio al hablar con él y eso que solo lo encuentro en bares y eso y aún así­ me pone en guardia, no quiero verle sobrio sino, soy capaz de convertirme al Opus Dei.

– Es una buena persona para beber. Pero,  ¿para qué dejas asociarte con pederastas? Por eso me gustan los católicos. Dicen que no usa shampoo porque no le gusta sentir elixires quí­micos en su melena.

– Te burlas de él.

– Lo que sé es que le gusta mucho el antiguo testamento. Y como esos locos gabachos que les gusta revivir el pasado medieval y jugar partes como en el viejo juego de Dungens and Dragons pues no creo que sea un insulto, algo que es una verdad para él. De hecho, lo he visto andar vestido con túnica a altas horas de la noche.

– Para él no es un juego. Le gusta estudiar y disfruta disfrazarse como tal no porque es un juego sino porque cree que es importante pasar por el ritual de hacer lo que los predecesores antes hicieron. No es como uno que posterga todo al último momento.

La tarde caí­a a lento paso para nuestros héroes cotidianos. Ellos discutí­an la vida de un amigo sin percatarse de que en otro sitio la vida de ellos era trazada por igual colectivamente. El plan era salvarlos. Sí­, eran unas mentes podridas, eso que ni que, hasta yo me doy cuenta del intento fútil e inútil que serí­a hacerlos convencerlos de que sus esquemas mentales portaban un virus que no les dejaba ver la verdad. El virus tiene su historia, llegó junto con nosotros, creí­amos que lo habí­amos erradicado al momento de realizar que serí­a una batalla cruel y cruenta por unos cuantos seres que la verdad, y que me perdoné el omnisciente por ser tan critico, pero de tan de poca calidad. El virus les ha distorsionado la mente y ahora como en la pelí­cula de Matrix, podrí­a yo estar haciendo otras cosas. Nuestro agente ha sacrificado mucho y ahora esta perdido en ese mar de glorificaciones carnales que nada tienen que ver con el avance de la mente pero henos haciendo una labor ardua que ni beneficios nos trae mas que laborar para salvar unos cerebros infectados por el virus. Nadie sabe para quién trabaja, y que me perdone el omnisciente por ello, pero así­ es.

– Creo que una vez lo vi queriendo matar moscas con las palmas de su mano.

– ¿Moscas?

– Drosophila melanogaster para que entiendas, ¿cappicci brutus?

– Válgame, que sensible te vuelves con cuatros copas de mezcal.

– En fin, iba, ¿no?

– Yeah.

– ¿Has visto Caprica?

Seguí­a la noche su curso ese dí­a, sin prisas, y daban las ocho, como en cualquier dí­a de otoño a pesar de ser un dí­a de verano.

– Tenemos pruebas del acontecer, habrá que proceder.

 

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