Chale. Según Border Blogger tienes que vivir en la frontera para escribir sobre la frontera.
Y yo que me hacía ilusiones de escribir sobre Tijuana, ya de perdis una autobiografía sobre justo la frontera. ¿Y ahora? ¿Qué hago con todas mis memorias de mi infancia que pasé en Tijuana? Yo creci en el Mercado de Artesanías, Me pasie por el viejo Puente México, no el nuevo ese que atravieza el canal. Jugué cuando el canal si apenas lo estaban terminando y cuando los lotes aledaños a la línea estaban más vacios que nada. Me acuerdo que agarraba una de esas espadas que se vendian junto con unos escudos y sus respectivas mazos con bolas llenas de picos y me ponía a imaginar que les daba en la madre a quién sabe cuanto enemigo justo por esos lotes baldios ahora llenos de casas, parking spaces y hoteles de lujo.
¿Y qué hagó ahora con las memorias de mis años infantiles cuando la Alba Roja no tenia la forma qué tiene ahora? Porque mis memorias son las de un edificio viejo donde antes estuvo un cabaret llamado ” Molino Rojo ” antes de que fuera escuela y qué según mi santa Abuelita el mismisimo diablo se apareció dejando un olor a azufre. Y luego su enorme patio, una escuela llena de historia que un gíüey con ideas cuadradas fue y les plantó ahí ahora. A veces voy, cuando estoy de visita, pero sólo para ver un árbol qué es lo único que queda de mi vieja escuela.
Y no se hable de mis memorias de la Zona Norte.
Ahí recibi mi primera madriza, mis primeros coqueteos, y mi primer bonche de admiradores. Recuerdo cuando regresé de San Francisco después de dos años de ausencia, fui a dar a la Gabriel Ramos Millán. Me decían el Americano. Me acuerdo que nos daba tentación un parquecito al otro lado, era nomás de brincarse la cerca con quince mil hoyos y irse a jugar a los mucho más mejores parques ahí, se scuchaba la campana y saliamos en chinga de regreso, alcanzabamos a llegar muy bien sin broncas. Pero a veces nos tronaban los migras, los más ojetes nos echaban, una vez hasta nos subieron a la pinche troca, pero como nos miraban todos uniformados pues se la maliciaban y luego yo tataracheando … los más más buenones pues nomás nos clachaban de lejos, ya sabian quienes eramos
N’ombre y eso es sólo el principio …
Chale, y ahora, ¿qué hago con mis memorias?
Ni madres, la Frontera soy yo!
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