Yonder Lies It

palpita héctor

Las hojas del orégano coleccionaban el sudor de la madrugada.

Era una planta dentro de un bote de café cuyo exterior producí­a a la vez el tiempo de anteayer en el color amarillo, rojo, que solo lo corroí­do logra presentar en un dí­a cualquiera.

Gotas de vida que alimentan otro nacer. Cosas que perduran más que una estatua griega en Chipre.

Conozco de antemano lo mio. Hasta la fecha sé los lados oscuros que acechan el diario devenir. Las sombras que molestan con su negra caí­da y anuncian el principio de algo inesperado. Y mientras torcí­a la esquina que cambió mi destino tres pensamientos como gatos negros cruzaron mi camino.

Desperté de ese letargo mal llamado sueño. E iluminada por un lucero, de esos que alumbran la imaginación en el sopor que las legañas producen, la esencia afocó. Se hallaba en un fondo donde un foco fundido lucí­a el descuido matutino. Iluminación a oscuras.

La luna fue testigo de las palabras que pronuncié. Fue un grito por salir, libre, de lo inesperado.

Te dije lo que mi corazón tení­a guardado para este dí­a. O mi comportamiento dijo más de lo que intentaba decir. No fue en México en donde te declaré las bondades que con recelo aguarde para esta hora. Y desde el fondo pronuncié esas verdades ahora amargas para este presente que nos embarga y envenena el minuto que aguardamos esta cruda realidad mal llamada buen dí­a. Aguardo la hora de verte de nuevo, con miedo, claro, te guardo ese respeto de saberme herido ante nuestro próximo encuentro. O quizá sea solo una mal predisposición de mi parte, una de esas predicciones auto proclamadas que uno se hace de vez en cuando.

Estaba cargado de culpa y la iglesia del pueblo querí­a saberme dentro de sí­; un criminal como yo, dentro de su santo recinto. Resistí­. Tal es la naturaleza de uno que la luz blanca que cubre todo mal, rehúsa hasta los suyos, consagrar una mentira como la que pinta mi raya corre la misma suerte que el hilo que separa la sobra de la luz.

Me dicen Judio errante. Pero de errante no tengo nada, sino que guarida en estas tierras no he dado. Demasiada competencia hay. Muchas almas en pena como la mí­a.

Cuántos semos los que pensamos ansina. Requetehartos.


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