Leyendo al Payaso Ruin me hizo recordar un buen cacho de mi life. Nos comienza su relato quasi-erótico así: ”Las ”marías” de la Revu no son las oaxaqueñas; quítense esa pinche idea. Esa plaguita que explota la lastima de los gringos corresponde a un grupo étnico muy determinado de la sierra mixteca.”
Lo que inmediatamente me hizo reír pues me hizo recordar a mis detractores que me dicen y se mofan de que yo no esté en Tijuana y por ende no tengo porque andar metiéndome en los menesteres de Tijuana, eres de Tijuana pero no eres Tijuananense. Esto sólo hace que me aferre más y me hace preguntarme si no es tan sólo un complot por parte de mis conciudadanos para retenerme, quién sabe, maybe it’s just me after all.
Pero a eso no iba este largo post así que por please, si lo vas a leer te pido que te vayas al refrigerador y saques algo de beber y comer mientras, (el honor que me haces al escurrir tu mirada a mis letras estas) lees este post. ¿Ya?
La comunidad mixteca en Tijuana siempre ha figurado en mi vida y ha sentado bases éticas en mi vida. Crecí en lo que ahora tan sólo es una parte más de Tijuana pero que en mis tiempos esa parte era el imán del resto de la ciudad, si querías algo, a huevo tenías que bajar al centro. Yo nunca bajé al centro, yo siempre he sido del centro y lo seguiré siendo hasta el puto día que petateé. Pero mis primeros días de Tijuana no fueron el centro sino la línea, calle tercera, calle segunda, y los puestos de curiosidades, yo crecí vendiendo sarapes, maracas, canastas de bamboo, baleros, lámparas de vidrios y vi pintores pintar en los ahora famosos lienzos de velvet, es más casi puedo afirmar que mis primeras calenturas se debieron a esos lienzos que contenían los pechos voluptuosos de negras y parejas desnudas, los clásicos, dándose un beso de rodillas bajo sombras tentadoras. Lo azteca entró a mí gracias a la demanda de los chicanos que buscaban depictaciones de la mitología Azteca en lienzos y ahí pude ver, la más famosa de todas, al guerrero azteca arriba de una cima con una mujer azteca en sus rodillas herida de muerte o simplemente abrazados viendo hacía un futuro prometedor. Entre todos esos objetos que formaron lo que yo soy hoy siempre estuvieron las famosas Marías que el Payaso Ruin alude como si él fuera de Oaxaca. Casi estoy seguro que México me entró a mí gracias a esas Marías de las cuales nuestro blog amigo denuncia como pordioseras de la calle. México para mí fueron sus miradas de desconfianza, miradas reservadas para un extraño, su vestidos alternos al resto de la sociedad los cuales se marcaban por su distinción y los que marcaron en mí lo mexicano. Esos vestidos sucios y trenzas negras de ellas fueron algo que poco a poco forma parte de mi México.
Las Marías a las que tan horrorosamente describe el Payaso Ruin son la lacra más grande, en los ojos de mucho tijuanense, que hay en el centro de Tijuana junto con alcohólicos, desquiciados mentales deambulando la calle con más costras de mugre en la piel que la mugre que la ciudad produce en un día y drogadictos et al. En mi casa eran odiadas, y el peor mito salió justo de los labios de mi Abue dueña del puesto de curiosidades que le dio sustento a mi vida por muchos años, ella me dijo: ellas tienen más dinero que nada en los bancos pero míralas, no lo usan, abusan de la conciencia de los gabachos. Por mucho tiempo me la creí, las Marías no eran de confiarse eran ricas y daban finta de ser pobres. Curiosamente mientras las hembras que se dejan ver por todas partes con sus hijos regadas por toda la línea y se encuentran maldecidas por la ciudad, como nuestro bloguero amigo atesta, los hombres son otra historia. De ellos poco se ve.
El prejuicio es menos, pero no menos discriminatorio, con los hombres de estas mujeres. Ellos me dieron la música típica mexicana. A ellos los contrataban las agrupaciones de los Mercados de Artesanías para darle ese toque Mexicano al ambiente de los puestos de curiosidades para confirmarle al gabacho, lo más seguro, que sí estaba ya en ’México’. Tijuana no convence poseer esa mexicanidad a la que el sur y ciertos seudo-intelectuales acusan a Tijuana de no tener. Los mismos como el post del Payaso atestigua, se la pasan lamentando de lo que Tijuana no tiene, los mismos que nunca te dedican una palabra para hablar de lo que sí tiene. Esos mismos que tienen un asombroso don de percibir y nombrar lo más obvio de la ciudad. Los hombres de estas Marías llegaban con marimbas y la música esa, que no hace mucho atestigíüé, se escucha aún por ciertos pasajes de antaño en la avenida Revolución. La marimba para mi significa Tijuana en todo su esplendor, este instrumento que con sus sonidos ultra altisonantes pero suaves me causaban curiosidad desde el puesto de mi Abue donde me afocaba para ver la mágica caja de ruidos que tanto llamaba a los interiores de mi ser. Curioso, lo que se empleo para confirmar al gabacho, una importación más para Tijuana, arraigo mi alma a la tierra con costumbres de otros lares. Tijuana se caracteriza por poseer una población netamente mestiza mayoritariamente, lo mestizo y lo blanco rifan en Tijuana y aún mucho mixteco sufre mucha discriminación por el color de su piel, ellos crearon muchos trabajos, empleos y empresas para ellos mismos, por eso de la discriminación, ellos atendieron y alimentaron por mucho tiempo las masas de la ciudad. Elotes, tamales, tortillas, pan, y demás cosas por el estilo que la economía informal de Tijuana permitía entro a mucho paladar de mucho niño Tijuanense. Fueron los que llenaron de olores típicos mexicanos las calles vírgenes aquellas de mi niñez y juventud, los cuales desarrollaron un gusto en mi por lo mexicano. Gracias a ellos se puede decir que yo reconozco lo mexicano en mi.
Curiosamente las Marías esas forman parte de una Tijuana que es negada por el resto del país, a los Chicanos Tijuananenses, a pochos que todos odian, a los nacidos allá, a los criados allá como yo, así que por mi parte, gracias a las Marías esas de Tijuana, soy yo quién soy.