Me acuerdo de aquel dí­a, sin fecha, sin dí­a, sin año, sin hora pero con lugar en un espacio mí­stico tan fuerte como la vida tan calota que una bronca apasionante, donde la sangre corre y la navaja con la muerte hacen de segundos memorias de por vida.

No porque tenga las imagenes vivas si no porque las emociones fueron esta vez la que dejarón la impresión, como si en vez de captar la cámara la imagen, los platos negativos plasmarón las emociones a causa de las vibras que repercutarón por todo mi universo hasta este dí­a como una luz que viaja sin parar, porque eso son, emociones-hondas.

Sólo sé que llegue encabronado ese dí­a y los maldecí­ pensando en mi abue mi aliada, una nuestra, de nosotros, de aquí­, aquel aquí­ siendo Tijuana, calle Mutualismo entre Segunda y Tercera.

Fue cuando me lo dijo, y me dejo dead on my tracks como dicen los gabachos. Ella siempre me lo pinto como un héroe, no sé por qué, pero la historia que más tengo en la mente es un relato donde él quebro a un gabacho con una .22 que le ’cabí­a en la mano’. Fue a dar a la Ocho, pero cuando el abogado se dio cuenta al tipo que quebro él, el abogado le dijo ’qué ni se preocupara, que ahorita salí­a’. Se echo un gabo.

Desde entonces esa historia, que caujaba tan bien con la tierra que la dio, hizo que lo respetara, era mi sangre.

Lo admiraba, por eso el shock fue más espectacular.

Y es que en aquél entonces mucho de ellos estaban llegando a TJ y apoderandose de el ’arte’ local.

Pinches chilangos’ dije ese dí­a tan memorable. Y me lo dijo como cuando una cubeta de agua helada cae sin esperar, tu abuelo era chilango. Y les dicen chilangos porque siembran chiles por allá, con ese tono de calma de saber lo que sus palabras dicen y causan mientrás le daba la vuelta a una tortilla de maí­z dos dí­as de viejas, para tostarlas, como le gustaban.

Esa era mi abue, la esposa fiel, la que defendió a su marido aún en su muerte y la que me hizo cambiar mi actitud.

Chin, now what? Fue lo que me retumbo en el coco hasta ahora ….

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