Soy humano, y peor tantito, soy hombre.
Y si hay una cosa que detesto es tener que soportar mis deseos sexuales, miro a las mujeres y mis deseos sexuales se agitan, se mueven, se estrechan a un campo entre la mujer que mis ojos, mi cuerpo, mi alma admira sexualmente.
Hay veces que esquivo la mirada, no quiero mirar, es muy fuerte la emoción de aceptar en mi que, la mujer que codicio, no es, ni va a ser, mi amante, ni mucho menos mi pareja o amiga, así nomás.
Es bonito mirar a las mujeres, pero los hombres no sabemos parar ahí, nuestros sistemas emocionales sólo saben querer, amar, tener relaciones sexuales. Si miro una mujer atractiva para mí, mis intenciones no son hacer amistad, si no cómo meterla en la cama, y es muy penoso eso. Difícil de por demás porque veo cómo arruinan, esos sentimientos que adquieren vida propia al menor indicio de que lo femenino ronda por ahí, una potencial y fructuosa relación. Una relación más allá del sexo.
Los hombres somos al revezados. Primero le entramos al sexo sea como sea, y después, mucho más después, a la relación que contrae un acto copulativo.
Una cuestión que ni nos pasa por la mente a muchos hombres como yo. Bestias que semos puesn. Pensamos que el acto copular es una cuestión de tratar de despojarse de un ardiente deseo gratificante y ya. Yo no soy mujer, así que no trataré de describir cómo una mujer mira un acto copulativo pero sí sé que una mujer, muchas de las veces, considera el aspecto de la relación mucho más antes que el hombre. Es un factor dentro del acto copulativo.
Mas penoso es tener que soportar estos deseos sexuales cuando está uno comprometido con otra mujer, la idea de la monogamia es en realidad una construcción, un hecho institucionalizado por la sociedad. Según estos preceptos, yo no debería de tener deseos sexuales más allá de los que mi pareja produzca en mi, pero esa es una dulce mentira con sabor a chamoy y de por demás agria.
Es toda una falsedad dura de aceptar como remedio, como forma de vida. Yo tengo que soportar una entidad primitiva que tengo que encarcelar dentro mí y tratar de dominar sus salvajes sentimientos. Un ente protoprimitivo que al menor indicio de figuras voluptuosas, senos, caderas, caras, piel desnuda, se vuelve un animal bronco, feroz tras rejas. Se sabe retenido, pero shhhhh, no debemos de hablar de ello, no le quiero ser infiel a esa institución, ni mucho menos traicionar sus preceptos sagrados, que bien sabe Dios, ganas me sobran.
Por eso es dificultoso ser hombre a veces …