Lunes

No hay que hablar del tiempo ya. Es una falsa ilusión. Al hablar del tiempo me recuerda un pasaje de la biblia anglosajona versión del Rey Jacobo. El Evangelio según San Mateo

24:20 Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en dí­a de reposo; 24:21 porque habrá entonces gran tribulación. 24:22 Y si aquellos dí­as no fuesen acortados, nadie serí­a salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos dí­as serán acortados.

Am done running. Desde ahora en adelante el tiempo será visto, vivido, experimentado desde otra óptica enteramente diferente.

Siempre he sido rebelde ante el tiempo. Rehuso simplemente sujetarme a este tipo de ciclos.

Mas confieso: lo primero que hago después de descansar durante la noche que vive feliz en un mundo de sueños sin la esclavitud del marcapasos mecánico es buscarle con afán al primer parpadeo ya despierto. Quiero saber la hora. No confí­o en mi. No confí­o que sea el tiempo que mi cuerpo, el subconsciente lagañoso que quiere irse a reposar después de la ardua tarea nocturna me dice que es. Sino que quiero mirar los números, los dos puntos que separan la hora, los minutos, para confirmar, dí­a tras dí­a, que es la hora que de antemano sé que es. Pero el marcapasos mecánico posee ese don escéptico que marca los pasos de mi vida.

Quizá mañana, martes, sea otro dí­a.

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