Acá en Suecia la mierda no es cuestión de escándalo como lo sería en México. Especialmente en estás áreas de los altiplanicies. De hecho creo que es una de esas costumbres que cubren varios kilómetros a la redonda. Lo digo porque por acá me llegó no hace mucho una historia a mis oídos que resumen en unas cuantas palabras el comportamiento de toda una raza o cultura. Lo peor de todo es que al terminar de escuchar la historia mis compañeros de copas o cervezas en este caso, asintieron con la cabeza como si hubieren escuchado una verdad imposible de rechazar y era nada más de realizar cuán cierto todo ello significaba para la vida efímera terrestre nuestra. Según, lo que yo considero las malas lenguas de por acá, pero para el nativo local nada menos que una de esas historias como uno escucharía las mañas de los de Rosarito o Tecate, los alemanes al terminar de defecar miran la consistencia de su propio excremento para así poder especular un poco sobre la salud de uno.
Aún recuerdo cómo me espantó ver la jiña de ciertos animales en el bosque cuando mis hijas y yo deambulábamos por los campos de estas tierras. Dios mío, pero qué asco, alejaos de ahí palpitares de mi corazón. Les inculqué, de manera inocente, odiar toda especie de mierda pero la cultura me agandalló, mis hijas, al paso del tiempo, se hicieron expertas en decirme qué especie de mierda era la que nos encontrábamos en el camino y hasta la especie de animal que defecó de manera salvaje en medio de nuestro paso para marcar territorio de alguna manera.
Yo todavía le tengo asco a la mierda. Aún no impongo esa mentalidad despreocupada de hablar de mierda como uno hablaría del color de las rosas o de flores exóticas. Comprendo que es para mi detrimento pero hay costumbres que la gente no puede ni debe de alguna manera abandonar, ¿qué tal si regreso a Tijuana algún día y de repente se me ocurre hablar de la consistencia de mi mierda como tema casual? No way José.
Lo peor de todo es que acá no les da pena ni decir que van a ir a jiñar, para nada, es como si fuere a ir de compras, de repente out of the blue sky te anuncian que tienen ganas de cagar. What the fuck? No, y no hablemos de comida porque luego luego salen las salchichas al show. Les da una risa tremenda cada vez que hablan de un bajskorv [cerote]. No hay respeto para la comida que, venga, todos sabemos tendrá que terminar que ser parte del proceso. Pero por el amor de dios, de solo escribirlo se me revuelven las tripas.
Lo curioso de todo el espectáculo cultural que me quemó de harina y huesín es que hay una hermosa poesía en todo esto. Lo malo es que no sé ni cómo empezar a digerir todo el rollo.