Estaba sentado en el sofa viendo televisón, tomando cerveza y a grito de pecho y niñas haciendome la vida imposible pude, después de todo, ver un programa de sumo interes para mi, se trata de los samis, pueblo que comparte tres, cuatro naciones, Noruega, Finlandía, Suecia y Rusia. Mientrás veía el show, le subí el voumen al televisor, me gusta su voz, su música, tenía subtexto, se veía a luegas las palabras que no existen en el vocabulario de ellos pues tenían raíces latinas o griegas o eran prestamos del habla inglesa. Tocarón música, me gusta, le subí al volúmen aún más para contraarrestar el grito de mi vieja encabronada y el de mis hijas aceleradas por los gritos de la madre. Una pintura que tenemos al lado del televisor es de una chamaquilla vestida con los trapos tradicionales de esa gente de por allá del norte de Suecia, me latió que se movió de alegría al escuchar los golgorios de su raza.
Lo curioso es que estos gíüeyes, los suecos, desprecian a su propia cultura indígena. Los discriminan como en México se discrimina a gente del color de la tierra. Lo más curioso aún, en Suecia hay infinidad de grupos preocupandose por los indígena de Chiapas pero si lo suyos ni quién los pele, bueno, quizá exagero pero de que hay desprecio lo hay y que si palpante.
Viendo el show me resaltó la curiosad de igualdad que les da a estos indígenas por los colores fuertes, como les da a los Mayas, ese grupo de gente con sus extensivas razas dentro de sí, y también, porque les da por acorralar renos, me acorde de los yaquis, la verdad, hay algo entre la gente indígena del mundo que los une, bueno, por lo menos eso veo yo, entre lo mios, o sea México y esta bola de gíüeyes gíüeros aquí en Suecia.
That’s family life for you a veces.