Recuerdo mucho mis años en Califas, al otro saite. Fue ahí donde mi identidad verdaderamente se empezó a formar. Claro, crecí tijuanense, como cualquier vil súbdito de la doctrina del PRI que proganó su ideología indoctrinadora del mexicanismo que nos supo ajeno a lo nuestro. La intromisión del estado mexicano en uno está bien documentada, o por lo menos eso espero. Es quizá por eso que uno recuerda la fuerza del estado mexicano imponer sus verdades en uno, que las monedas deben ser nacionales, que se prohíba nombrar a la escuinclada con nombres gabachos, etc. Fue ahí, en Califas, donde aprendí a resistir, la gringada, la mexicanada. Por poco y les ganamos terreno a los ideologos del estado mexicano, estuvo cerquita.
Hoy por día existen miles de tradiciones en Tijuana que en mi tiempo no había campo para ello. Tengan el simple hecho del pan Bimbo, ese nefasto malagradecido imperio que nunca ha sabido darle gracias a México por lo suyo. Introdujo sus medias lunas en la era del hotdog, ni quién pensará en el pan por aquellos días, jode, era un hotdog y ya.
Así pues hoy rehusé hablar castellano con un español aquí en Suecia.
Me presenté con mi nombre de pila. Dije de dónde soy; que soy nativo del español. Pero en inglés. Mi amistad (parece que) comprendió. Era una persona de España, de esa gente de abolengo, le conocía antes, de una fiesta en la embajada mexicana en Estocolmo. Sólo atinó a consentir, de esa manera diplomática, con un ademán silencioso. Cabeceó dos veces y me miró (¿me miro?) directo a los ojos antes de emitir la excusa que lo alejó de mi. Como quien mira un objeto de poco interés. Le hubiere ido peor de seguir a mi lado. No creo que todas las cortesias del mundo le hubieren brindado protección del odio que mis pensamientos roen con esas viejas ideas que envenenan identidades culturales.
Y es que en mi sangre claman fuerte los indígenas que me cargo por las venas. Lo europeo nunca recibe de mi parte menciones honoríficas. No porque los desprecie, válgame, nada estaría más lejos de la realidad. Sino porque el Occidente domina el mundo y uno que otro idiota queda idiotizado por ello. He leído idiotas, a ser verdad, cuyo clamor no cesa de ser el del sueño guajiro de siempre, que son ellos superiores, que su sangre es la mejor, El Dorado what not etc. Esos idiotas los puedes encontrar por donde quiera, inclusive advenedizos que se dicen tijuanenses. La condición mexicana es una de inferioridad, es la mayoría; por eso comprendo a los nuevos malinchistas, la minoría. El problema es que lo dicen porque no quieren sentirse perdedores, losers, o inferiores, a pesar que su existencia vive, no, sanguijelas que viven justo del tercer mundo que no quieren que nunca se supere porque eso sería perder, sufrir la perdida de sentirse minoría, superior por la tez que se cargan. Lo mio nutre venganza. Hay que joder estilo hormiga, poco a poco. Así que escupirle en la cara a los diantres que se ufanan de españoles en otro idioma aparte del español es lo mínimo que uno humildemente puede hacer.
Fue cuestión de segundos el intercambio, no duró, ni dos minutos, sería mucho, pero sintió lo mio, y con eso basta en esta era.
¿No?