Trabajaba en la Union 76 de el 3154 Cajon Blvd. En San Diego, California allá por el 1995, preguntenle al José por Julio y verán. Caí­a raza a montonales ahí­. Una vez se bajarón unas morras a pompear gas, chaparritas ellas, chulas de a madres, de una tez bronceada, hermosa, me gustó como traiban el pelo, agarradito, muy a la hispanic. I love it, pero al abrir el hocico me dejarón en un puto pantano emocional que hasta las fechas me deja cuajao como leche sin refrigerar, como jocoqui. El pedo es que empezo cuando me preguntarón si tení­a hijas, simón, les dije, les saque la foto de mi plebita, gíüera ella, de rizos de oro casi, de madre sueca, ya sabrán.

– Ay, que bonita, esta repreciosa

– Si, fí­jate, en sus rizitos …

– Qué bien oiga, que avanze la raza …

– What the?

-¿Qué tiene de la malo la raza bronceada?

La otra morra agarró el rollo de volada que su compa la habí­a regado, nomás le dijo mirandome de reojo, vamonos, y gracias oiga. Pinche rasismo hispano me cae de madres el cabrón, el 2003 y después dicen que 500 años no es nada, pues eso de avanzar la raza no es más que un pinche vestigio del colonialismo.

Nomás me acuerdo y sólo me sale un hijas de toda su … de la memoria.

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