Imprudencias

Considero que lo que voy a escribir no le hará justicia al verdadero sentimiento que cundió en el momento de su incepción, aun así­ lo intentaré.

Sentí­a la boca seca y mis cachetes arder un tanto, eran las 7 a.m. de la mañana y salí­a de casa al trabajo. De reciente para acá tomó todos los dí­as, tres, cuatro cervezas y unos cuantos traguitos de whisky mientras termino los labores del dí­a o me siento, como se ha venido haciendo rutina también, al frente de la computadora para entretener la vista mientras el dí­a termina su curso. La vida de adulta, naiden ha dicho es divertida.

Un nuevo amanecer, vi la nieve y la capa de hielo que le cubrí­a: un mantel de temperaturas bajas. La diferencia entre la nieve fresca y la escarcha es que la nieve es más manejable, se puede hacer con ella bolitas de nieve, esta cruje bajo mis pies. Me dejo abrazar por lo helado y me desabrocho la chamarra de piel que por perder unos kilitos los últimos meses atrás me queda un tanto guangita ya. El cencio acarició mis mejillas refrescandolas del calor de la resaca rutinaria y sentí­ el relente apoderarse de mis cinco sentidos.

Un nuevo amanecer; siempre he sido afí­n a los nuevos amaneceres. De hecho, es lo único que me ha salvado de un vicio maligno ya que aborrezco amanecer sin poder sentir la mañana en mi. El principio es esencial. Los bosques al fondo dejan entrever abietáceas nórdicas cuya presencia desvanece durante la presencia del abedul en plena flor en Junio. Hoy está desnudo el abedul y los demás; los verdaderos dueños de la naturaleza por estos lares, los pinos, cuya silueta domina el horizonte, claman de nuevo lo suyo hoy en dí­a.

Hay un tanto de vapor, estará templado el clima. Las nubes no dejan pasar los rayos del astro mayor y sólo un disco albo albacea entre la modorra que me aqueja. Mi proceder a la parada del autobús es brutalmente detenida, mi vista recae en otras personas que aguardan la llegada del autobús, nadie habla, una sonrisa, algunos estudiantes tiemblan de frí­o y mi vista recae de nuevo en el abedul que suelo fijar mi vista para despejar los minutos que se avecinan, sin hablar, sin conversar más que mis pensamientos estos.

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