Cuando llegué de nuevo a Tijuana, después de una larga estancia en la Bahía de San Francisco, me dí cuenta de unos cambios que me horrizaron, sí, me pusieron los pelos de punta.
Y es que crecí muy a la antigíüita. A los adultos no se les hablaba de tú. Y eso en los 80’s my friend, no estamos hablando de allá por los 70’s o los 60’s, no pa’ná.
Llegué justo en el 1992 a San Diego, lo cual es lo mismo que Tijuana, pues vivía en el mero downtown sandieguino, 32nd and Adams, Normal Heights y era nada más de agarrar bus al trolley y irse a San Ysidro o como los nativos le dicen, Sydro. En aquel entonces el Trolley no estaba tan complicado como hoy, si a lo mucho llegaba a Little Italy y si quería uno pues se aventaba a pie el tramo que quedaba para ir a ver el Star de India. Luego no era problema entrar y salir de los EEUU, ni gabacho soy pero como sé inglés y luego del terre, entraba y salía como perro en mi csa, el mítico American Citizen era mi único pasaporte.
Recuerdo que llegué a la casa bien agringado pero por prevías experiencias aprendí a no ser como lo era allá: la cultura mexicana, a pesar de estar tan cerca de los EEUU, no pierde su característica de distanciamento y aborrecimiento a que vengan a decirle cómo hagan las cosas y mucho menoss aceptar sugerencias de cómo hacer las cosas, I was silent like the desert y escuchaba más que hablaba. Mas eso no quitaba que se oliera un aire de superioridad cual baño de pozo en mi persona, simplemente, era diferente.
En una de esas que oigo que mi carnal le dijo a mi abuelita: ¿no quieres un café?
N’ombre, casi me dio infarto al escuchar las palabras. Le respingue a mi carnal qué cómo era posible que le faltará tanto al respeto a mi abue.
¡Plop! quedó mi carnal.
Me dieron las malas nuevas: ahora la gente se tutea más.
Todo esto me vino a la memoria porque el otro día hablé por el cuerno sueco con Elena. No sé si la saqué de onda pero como es costumbre, en Tijuana por lo menos, a veces cuando andamos muy de buenas contestamos en tercera persona. Equivalé a un tú muy respetuoso sin la carga esa de distanciamento que el uso de tercera persona conlleva.
Oiga, le digo, qué bueno que se la estén pasando bien. La conversación fue corta y me quedé con la duda, pensé que a lo mejor mis modales regionales afectaron el flujo de la conversación.
Conozco a Elena como para tutearme con ella sin más ni menos pero me quedé con la duda, espero y no haya pensado que la distancié con mi voz.
Este modal norteño me gusta mucho, no me había percatado de ello hasta que caí en la onda norteña, hace ya unos años atrás, uno que crece en esas culturas nunca se da cuenta cómo es que es uno hasta que otros lo puntualizan, y es cómo uno va adquiriendo amor por lo de uno.
Así que si algún día me cachan hablandoles en tercera persona, a pesar de que los conozco, no teman que les estoy tuteando a mi manera.
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