Sí, ya sé. Se escribe con jota. Pero como yo soy norteamericano, de Tijuana, Baja California, mi relación con los idiomas siempre ha sido una de mucha turbulencia. Ni el inglés con el que me llevo un pelín mejor ni el español al cuál siempre le he tenido un amor paternal de odio han podido lograr una conciliación en donde yo pueda sentir una especie de perdón por saber estos dos idiomas que tanto trauma me han causado en mi vida. El aire que uso para poder entonar susodichas lenguas siempre me ha dolido porque es un aire que bien podrían mis lenguas originarias haber tenido para poder yo desarrollarme como humano del continente que hoy llamamos Norte América. Pero no lo quiso así el destino. Yo solo soy un sobreviviente que mis antepasados pudieron salvar a costa de un sacrificio tan grande como lengua y tradiciones. Solo quedó la cáscara de mi humanidad y esta como un recipiente de costumbres y usos de otros pueblos allendes al terreñu de mi raza. Divago. Si el español se atreve a escribir México con jota pues yo escribo el libro del Manco de Lepanto con equis y chinge a su madre al que no le guste perros fachas.
Ya que ventilé algo innecesario prosigo. Tengo muchos años leyendo a Don Quijote. Lo empecé a leer durante la los inicios de la era del internet. La era cuando a los usuarios del internet se les decía internautas. Así de viejo. Debo de anunciar aquí que he leido ya hasta el capítulo XXIX. La primera vez que lo leí me dio tanta risa que al entrar a la red para saciar curiosidades que uno se encontraba en la lectura, uno encontraba artículos de lo cómico que era leer el libro que representa a la lengua castellana en todo su esplendor. Sí, muchos años para leer hasta el capítulo 29, estudio lento sin duda alguna.
El caso es que me sorprende mucho el racismo que se explaya en él. No sé porqué tengo esa inocencia de sorpresa, no sé la verdad. Siempre he considerado a España como la primera nación nazista del mundo. Jode, expulsaron a todos los judíos con su cruzada antimusulmán. Y ni para que contarles sobre la Santa Inquisición o las tablas de castas. Racistas hasta el copete. Y eso es el pasado lejano, porque ni hablar del presente, Franco y sus fascistas leales a sus antepasados no querían dejarlos en vergüenza tengo a mi entender.
El capítulo 29 del Quixote es en verdad un parteaguas porque parte de un delirio mental al delirio de una nación cuyas raíces racistas palpitan con una profundidad tan oscura que ni Joseph Conrad pudo inventar en El corazón de las tinieblas. Las fantasías de Sancho Panza me han dejado un tanto atónito para no decir alucinado. Me cuestiono mucho esta inocencia mía a ser verdad.