Yonder Lies It

Lirios de Flandes

Jacket designed by Editrial Patria, Higinio Arias UrzayEste libro me ha traído infinidad de memorias a la mente. De tan sólo 146 páginas su carga no pudo ser más potente para una persona como la mía. Las personas que no son de mi generación quizá no captarán aunque tampoco es certero que las nuevas generaciones no sean iguales a las mias en cuanto a educación concierne. Cursé la primaria en Tijuana, Baja California allá por los años 70’s del siglo pasado cuando era novedad que el gobierno diese los libros de texto gratuitos y que hasta monumento tiene en mi ciudad, el monumento al texto gratuito. Aunque en aquellos tiempos la tradición oral era igual de importante y mi abuela, quién vivió la revolución mexicana en carne propia pues gustaba de contar anécdotas que ellos de niños iban detrás de los caballos para espulgar las heces de los equinos para ver si había granos de elote en ella y así poder comer algo. Igual contaba que los que trabajaban en las minas de Zacatecas se enjuagaban la boca por las mañanas con leche como si eso fuera un lujo cosa que lo era para ellos en esos tiempos de la revuelta. Buena era pues para contar historias de México otra que le gustaba contar era como los españoles le tatemaron los pies a Cuauhtémoc y la famosa frase que retumba en todo mexicano al escuchar esa frase: ¿Acaso estoy yo en un lecho de rosas? El caso es que durante mi inculcación si hay un denominador común, ese siempre había sido aquel del español malo, avorazado y mucho se ha escrito de este desaire que los españoles hasta la fecha han mostrado hacía México. Mi relación con los españoles y España siempre ha sido una de aversión y admiración a la misma vez. Más aversión más que nada. Hasta le fecha no puedo digerir a España por más que la visite y haya estado en sus ciudades.

La primera vez que visité ese país fue con mi vikinga sueca y realmente ella ni nadie más podía comprender todo el revuelo que mi alma y cuerpo sentía al solo pensar que visitaría a ese padre ausente. El corazón me latía de miedo, pavor, odio, curiosidad e incredulidad de estar en un país que tanto se mencionaba en mi país como un mal y pérfido ente, todos mis conocimientos que tenía sobre España culminaron en Madrid el año de 1998. Fue un cubetazo de agua super helada para una persona como la mía, sensible ante todo lo que la lengua se refiere. Balbuceé mi español agabachado, xicano, tijuaneado, pachuqueado, llenó de caló, anglicismos y sonorenses amén de sinaloense solo para verme cara a cara contra el español madrileño. Superé la prueba pero no sin cicatrices. Fue ardua la labor de comprender al ombligo del mundo como Ernest Hemingway le llama.

Leo Lirios de Flandes con cierto rechazo este 2025. Creo que lo compré en Tijuana una de esas veces que he deambulado por las calles que me vieron vaguearla el 2023 en el pasaje Rodríguez, librería Babel si mal no recuerdo. Lecturas que recuentan los tiempos de Hernán Cortés son de mi aversión como si tratasen de alguna reacción alérgica. No puedo digerir la humillación de haber sido ”conquistados” como bien dicen los españoles de Vox. Es mi debilidad y de hecho son pocos los libros que he leído al respecto sobre ese tema porque no quiero que me recuerden el dolor que aún llevo en mi sangre de aquel cruento encuentro entre dos civilizaciones totalmente opuestas las unas de las otras. Y mis paisanos durante el siglo pasado, a juzgar por su producción artística tampoco han podido superar ese choque cultural cuyo tsunami ha dejado un desastre incalculable, si yo que no tengo nada que ver con ese tiempo aún me duele ese hecho ahora que puedo esperar del resto de mis coterraneos. No hay muchos que puedan comprender este sentimiento de nuestra cultura, jode, en México nadie muere dicen y lo dicen a bien decir porque no olvidamos a naiden. La historia propia no se lee, se vive, y es lo que me tocó vivir aunque como bien se puede aún ver, pregunténselo a los muertos vivos de nuestro diario parlar, como al Pípila o Frida Khalo, La Malinche. México se lleva a flor de piel. Grita pr nuestras venas y aún escuchamos sus alaridos como la Llorona.

Las batallas por las que uno tiene que lidiar al leer sobre esos tiempos para un mexicano son tremendas, son desgarradoras. Aquel mexicano como Artemio de Valle-Arispe que osan escribir sobre esos tiempos son más que valientes. Y no, no es pariente de Salvador Dalí. Solo se parecen. La lectura me pareció interesante un tanto cervantina porque usa un vocabulario bastante similar al de Don Quijote. Su enfoque es totalmente a la imaginación y supongo que sustentada con estudios porque hizo una labor muy buena, se consume rápido. Es un español muy castellanizado y aunque algunos vocablos le traicionan o quizá adornen la narrativa, qué sé yo, salen vocablos del náhuatl. Qué más se puede decir aparte de que la imaginación bien hace a transportarnos a un tiempo del que el nuevo mundo entró al viejo mundo y el estrago que les causó a los españoles, en este caso frailes, encontrarse con un mundo ajeno al suyo, el tiempo no les alcanzaba para hacer todo y menos comprender la encrucijada que padecían, me imagino que era lo que nosotros ahora le llamamos sobrecarga informativa. Por lo menos en el librito ese.

No quiero acabar esto sin decir que desde hace mucho tiempo he dejado de creer en la dicotomía que el estado mexicano presenta a su ciudadanía como visión ontológica para unir al país, de seguro con fundamentos de aquel mexicano que contribuyó al desarrollo de una nacionalidad donde cupiesen todos los mexicanos, me refiero a José Vasconcelos antes de caer en las garras del fascismo, claro. Lo he dejado para mi propio bien, ya en mis días de xicanismo en Califaztlán me aburría y me enfadaba la semiótica Chicana y su insistencia de usar a los Aztecas y los Mayas como los únicos símbolos representantes del movimiento Chicano. Caían mal porque, yo pensaba, habíamos más mexicanos que no eramos aztecas o mayas sino de otros lares. Yo soy bajacaliforniano y crecí en California mis indígenas no hablaban náhuatl, le hablan al viento, le bailan a las nubes, creen en espíritus y usaban plumas como decoración en sus trajes, eran indígenas del desierto. Agrego que también me disgusta la estatua de Cuauhtémoc en el Río porque debería de haber estatuas a los nativos de Tijuana o la Baja, mínimo a las mal llamadas indias marías o personas de Oaxaca que tanto han contribuido a las piscina genética de mi ciudad. A los años me hice una prueba de ADN y resulta que sí soy español en las venas pero mi gusto fue que descubrí que por mi sangre corre la sangre de las californias también, no de allá con aquellos mexicas que a no ser por ellos, después caí en cuenta, no hubiese sido posible que yo existiese hoy a no ser por esos acontecimientos de hace muchos ayeres ya.

Y pues esas son las evocaciones que Lirios de Flandes me provocó.


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