Tempus fugit
Como todo lo demás, el utilitarismo les gana a los suecos. Todo tiene su principio y fin de utilidad. Ni la muerte se escapa de la manía que tienen los suecos de dejar todo organizado, todo en orden. Ordning och reda reza el dicho que tiene circulación diaria por estos lares, Ordning och reda, organización y preparación. Aquí, la vida después de cierta edad, deberá de ser organizada, pulcra y aceptación de que ya la vida no da para más. Como la vida de una batería y su uso, habrá que saber reciclar el paquete. Solo la iglesia habla de un más allá terrenal, la gente no, la narrativa de la gente es de una postura de humilde aceptación. Lejos está de mi amado México en donde nos cuesta dejar a nuestros muertos, todos viven, nadie se muere en LEUM. Aquí es el silencio que da su muestra de luto y duelo. Llego a escribir esto porque me tocó ser parte de una conversación sobre un enterramiento y la gente mayor se dispuso a discutir formas de muerte. Lo que llevó al tema fue un comentario. Tuvo una vida llena. Así se sumó la vida de un ser en Suecia. Se acepta la muerte, se acepta que hubo una vida llena y sin más que decir ni juzgar, se acepta que la muerte fue justa. ¡El que sigue! Lo escribo así porque no deja de sorprenderme la actitud de los suecos ante la muerte. No deja de sorprenderme cómo hablan de ello, ellos hablan de un final cuyo fin se mide en su capacidad de haber obtenido en la vida una vida llena y completa. Aunque igual hablan después de la muerte de un balance de libros, jode, hay contadores y juristas que consultar. Igual antes de morirse suelen hablar de limpiar la casa para no dejar un desorden, dí¶dstí¤da. Limpieza antes de morir. Y también hay que pensar en disponer del paquete, cómo, dónde y pensar en dejar el daño más mínimo al medio ambiente.
La manía de los suecos de pensar en el balance final de los libros, el cierre contable es para mi un enigma burocrático del cual no había tenido ninguna referencia anterior a mi sojourn en Suecia. Hablar con personas que te cuentan el balance patrimonial del difunto es en sí una travesía cotidiana por estos lares; para mí, hablar con extraños a la hora del pesar me quejumbró. Pasar por el valor de las cosas tan cercas de la muerte, joder, pero tuvo qué hacerse y como la maquina burocrática bien aceitada que es el país de Suecia, pues ni cómo dejar eso en otras manos más que los agentes que viven de la practica del óbito. A quién le toca qué y cuánto y cómo y dónde y porqué. Así como de un día para otro se muere, de un día para otro habrá que pensar en las cosas que dejó atrás nuestro amado ser.
Por ende no es raro que exista la costumbre del dí¶dstí¤da en Suecia. Dí¶dstí¤da es un acto de limpieza y reflexión mortal. Aquí limpiar quiere decir expurgar, adecentar, no dejar rastros que puedan causar pena ajena o vergíüenza a los que le sobreviven a uno. Dí¶dstí¤da es un golpe de concientización personal de que el fin está a vuelta de esquina. De repente se vuelve un acto de vida, se hace a partir de ciertas edades, pasado los 50, me imagino, porque es ahí, dicen los que saben, que es cuando le llega a uno el golpe de la mortalidad, de que el show está por acabarse. Así que uno se dispone a tirar a la basura o regalar a las tiendas de segunda mano cosas que uno anteriormente poseía por cuestiones de sentimientos; el valor sentimental, es el menor valor a la hora de leer el testamento y más cuando les toca a las personas que uno cree se interesarían por el amor a objetos sin valor material. Nadie más que uno sabe el valor de las cosas. Y así me tienen a mí a veces, tirando papelitos que solo tienen significado para mí. Regalo cosas que sé que los que me sobrevivan, tirarán a la basura o los donarán a las organizaciones de obras de caridad. No hay que dejar mucho quehacer en la morada para molestar lo más mínimo. La manía de guardar cosas para que sirvan después pierde sentido, como darte cuenta que no enflacarás por más que guardes ropa para el día en que enflacarás.
Es de comprenderse este tipo de actitud de parte de los suecos, el mundo se les cierra paso a paso en un mundo en donde lo material tiene precio, en donde las deudas se quedan a chingar al prójimo y el dinero es de acumularse y en donde hay que pensar en los que le sobreviven a uno. El cierre contable conlleva las deudas que uno deja y la legislación del país permite pagar a las acreedoras primero, claro. Un año a la vez. Por ejemplo, yo tengo pólizas de seguros que pago cada año, pólizas que de estirar la pata como bien tienden a decir en mi rancho, pues mis deudas las tendrán que pagar las pólizas, si no, lo que quedé detrás de mí, pues será vendido al mejor postor. Mi jubilación, que es obligatoria en este país, y todo lo demás, son recursos monetarios para mis acreedores. Así de sencillo. Lo gracioso es que el aparato está construido para ese tipo de acciones, a partir de cierta, la maquinaria titubea en darte crédito si es que eres de cierta edad, tus años productivos son importantes para un país como este.
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