Tenía mucho escuchando el nombre de Murakami por estos lares nórdicos. El alarde no se hacía esperar. Su nombre resonó por cuestiones sexuales. Y es que sacó un libro sobre cosas que no se hablan en el idioma cristiano. Morning wood. Se dice de ello cuando un hombre amanece con una erección. Y desde enentonces, surgió el alarde por estos lares por el susodicho japonés. Y de repente, en una ganga que me compro un tomo de ese wey que resuena. Fue un 10 de marzo del año presente. Andaba en Gotemburgo y quería pistear en mi bar favorito de esos lares, un bar quezque irlandés. Haber leído este libro el mismo año que lo compré es decir mucho ya, sin pretensiones ni nada. Y que lo leo. Suelo tener aversión a libros gruesos y nunca pensé que me detendría a leer sus 681 hojas y como verán en la foto el tomo es bastante grande y grueso. Lo leí en el tren básicamente, algunas veces en casa y otras esperando a que el tiempo pasara.
Vaya lectura. A cuentagotas y al pasar del tiempo consuetudinario. En el libro hay una campana, un pintor de retratos pictóricos, un divorcio, un hombre rico, una casa cuyo dueño está en un asilo para gente con demencia, una niña de 13 años, una pintura en un ático, un búho en un ático, y varios alucines de la imaginación, un sujeto escurridizo, unas mujeres amantes, una vieja capilla abandonada.
La lectura me impresionó porque aparte de tenerme enfrascado en ella, cosa rara; quizá es más común de lo que me imagino, la narrativa tiene una técnica que suele verse muy poco en la prosa occidental, lo digo así porque hay que recordar que Murakami es japonés. Me parece que usa la técnica del yijing en donde el autor del libro quiere que el lector infiera lo que está ocurriendo. Aparte, es repetitivo pero no para cansar sino para recordarle al lector lo que ocurre, en otras palabras, el narrador recuerda y el lector lee que el narrador está recordando. Es muy interesante ya que esa misma técnica te hace recordar a ti mismo haberlo leído anteriormente y eso es muy refrescante y mucho para una lectura de muchas páginas en donde uno a veces pierde el hilo de la lectura y en occidente suele que retrocedamos a lo leído y el autor te mantiene en la misma página pues. El libro lo leí en inglés y fue traducido por Philip Gabriel and Ted Goosen. Estos dos traductores han logrado captar muy bien la esencia del comportamiento japones, por lo menos aquel que suele verse en las películas y el prejuicio que uno tiene de ello y las reputaciones que brincan de la pantalla chica hacía uno. Mucha serenidad, paciencia, y esencia de soledad aguda exuden de la lectura y no te da para aburrirte para nada. Igual hay cosas que no logran traducir del todo bien y se pregunta uno ciertas cosas al paso de la lectura.
Otra cosa que me sorprendió mucho fue que el autor haya metido emplazamiento publicitario en su narrativa, hay varios párrafos en donde te cuenta lo que bebe y el gíüisqui es uno de ellos, me pareció que fue una intromisión chistosa ya que te nombra el producto y te cuenta su historia. Como decía, es lectura para enfrascarse no para estar esperando el último momento de acción, es narrativa lenta pero igual también contiene pasajes eróticos pues describe sus pasiones sexuales con lujo de detalle y como es japones no faltan los fetiches y en este caso cuenta con detalle el cuerpo de una niña de 13 años. El libro está vetado en Hong Kong por ejemplo, por eso mismo. Les recuerdo que vetar no es lo mismo que censurar lector invisible mio. Sino que simplemente jóvenes menores de 18 años no lo pueden comprar.
En conclusión a la lectura me quedé un tanto pasmado porque no entendí muy bien si el narrador sufría de algún tipo paranoia o ataques delirantes, tenía mucho bagaje en su pasado pero eso no fue prueba suficiente de delirio pero como ve personas saltarse de la pintura que lleva el título del libro y que remonta a la participación niponesa en la II guerra mundial pues se lee cuando se cuida de no hablar enfrente de sus delirios y solo habla con sus delirios cuando este está solo. Igual para poder entender la lectura hay que ser un poco culto sobre la cultura japonesa e igual estar interesado en pinturas, no sé porque a muchos escritores les gusta narrar ficción desde la partida de una pintura, este libro es uno más dentro de ese genero.Â