Y andale que sueño que el Fiesta Americana se me cae encima en medio de un sismo. Para los incautos el Fiesta Americana es un edificio en Tijuana, Baja California. Se mecía. No podía creer lo que veía porque algo en mi decía que sí se iba a caer a pesar de que se mecía de un lado a otro y los amortiguadores de la estructura se empinaban en sostener el edificio en donde estaba. La gravedad ganó y cayó, incrédulo ante los sucesos me resigné a mi destino y la sombra del edificio caía sobre mi y yo calculando ni me movía dejando todo a una suerte incierta. Atine a pensar que me iba cargar la verga y ni cómo hacerse a un lado. Lo surreal de todo es que en ese evento catastrófico se coló una colega del trabajo la cual casi no me cruza palabra. Ahí nada más lo cortes y hasta ahí. No le pongo mucha atención a mis sueños, ni les busco mucho significado a ellos. De vez en cuando sí me pongo a buscar en google el significado de las cosas que ocurren en los recónditos recintos del cerebro o el alma porque, temo, recurren a mi atavismo primitivo. Como todo ser humano he sido supersticioso y creyente de todo. Y desde el fondo de mi alma lo sigo siendo sin duda alguna pero me gustaría creer que he dejado atrás todo eso. Vacilo al cerebro sin duda alguna, en hacerle creer que no creo en nada. Ni los sueños, y es que dan hueva para ser franco pero la superstición es cabrona, siempre hay un mensaje oculto, eso creo, pero a la vez, esas cosas del destino y sus mensajes pues a medio creer si a lo mucho y mucho a descreer todo es du rigueur. En qué quedamos pues, creo ¿o no? Me gusta darle gusto a la creencia para perder el tiempo y ese miedo a la incertidumbre es canijo.
Hay cosas que no comprendo, porque el 619 me persigue, por ejemplo. ¿Es de importancia creer en eso? Mis temores quieren creer, mi atavismo quiere creer. Así de igual mi corazón, que fácil soy de enamorarme y no hacer mucho al respecto. Así me duela el corazón y tenga la certeza de que la mujer que logra tocar mi alma es la mujer que el destino me ha dado para mi. Y van muchas. Pero volvemos a lo mismo, no creo en nada. Ni en mi corazón. Lamento mucho el día en que dejé ese misticismo que marca mucho la vida americana. La vida americana siempre cree que tiene un propósito. Ese manifest destiny que uno esta predispuesto a grandes cosas, que el destino y la suerte ya le tiene planeado todo es solo de seguirle los instintos a las tripas. Existe para algo. Desde que llegué a las europas dejé de hacerlo, justo a los años de pisar tierras nonsanctas. Me torné un ateo, un escéptico y cedí a al nihilismo del que tanto leí en mi América del Norte. Me desconecté de la madre tierra. Admiro a la gente que tiene fe. Yo puedo entrar a una iglesia y persignarme pero solo lo hago porque así lo han hecho mis antecesores, no porque yo crea en la cruz o tenga la fe de una vida después de esta u otra cosa, de hecho, mi creencia es material, están ahí, sirven un propósito y sigue la vida. Pero igual a mis presagios o sueños, la mayor parte del día o la noche ignoro al todopoderoso.
No hay que confundir creer con espiritualidad. La espiritualidad no requiere de creencia para poder comunicarte con tu deidad. La única diferencia es que la espiritualidad no requiere de algún tipo de simbolismo que le sirva como lastre a pesar de que sale de todo tipo de artilugio religioso. La espiritualidad es una comunicación entre tú y tu dios. No requiere mediador. Así de simple, Si uno quiere adornarle todo tipo de simbolismos como cristales, incenso, campanas, sonidos pues ya es otra onda . Andar en el espiritualismo de uno mismo igual es un tipo de misticismo que muchas religiones logran marcar en sus fieles feligreses bajo un líder. La espiritualidad los hacen sentir pero los religiosos como políticos los mal guían. Hay que creer pero sin líder, quizá de ahí salga eso del anarquismo que el mundo odia, pues hay que ir como rebaño todos al abismo y el ente solitario camina con su deidad solo, a un lado de su conversación con lo que Plotino llamó como el Uno.
Ahora, lo que recrimina, como todo aquello, es el arrepentimiento. Ese infierno terrenal que como las flamas infernales te hacen dudar de todo lo que le ocurre a uno. Ese maldito será. Esa maldita incertidumbre. Por ende, eso de creer en los sueños o no. El atavismo de uno busca una respuesta para satisfacer una especie de prevención. Detener lo que está por acontecer, el acontecer imaginado. Sin embargo hay algo dentro de mi que me guía, como el magnetismo terrenal guía a las aves. ¿Creo yo pues en un misticismo que deriva su fuerza en fuerzas invisibles? Sí, lo creo. Así de simple.